Llevo a mis padres lo que creo es un aguafuerte de Iturrino que hemos comprado en el ferial, nosotros nos hemos quedado otro, compramos dos, y estamos probando mi madre y yo dónde ponerlo, mi padre viendo el partido. Lo poso a la izquierda del espejo del salón para ver y mi madre advierte algo detrás, por detrás del espejo. Coge una lámpara, la acerca y resulta ser un caracol chiquitín. Espera que lo quito, digo resuelto. Habrá venido trepando por la pared de la calle, desde las jardineras del garaje. O a saber, de alguna lechuga, desde la cocina, o quizá haya venido con alguna planta del salón, pienso. Espera, no, me corta mi madre. Debe estar hibernando, déjale.
Y ahí quedó el caracol, el cuadro de Iturrino en otro sitio para no molestar.
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