Estaban esperando a una ambulancia para volver a casa después de sus respectivas sesiones de fisio, yo a que me llamaran para pasar a la consulta del especialista, en la sala de espera de rehabilitación. Al menos uno de ellos debía estar trabado de las faenas del barco, por lo que adiviné, el otro no lo sé. Estaban hablando del pescador desaparecido en Ajo. Qué estaría, a percebes, se preguntaban. No le conocían pero sí el lugar de la desaparición: "hay un chumbáu (sic) de diez metros", decía uno. La caída de un acantilado, su altura. Busqué al momento en internet y comprobé que era un significado inédito. Lástima que no me atreviera a preguntarles. Estaba sentado detrás, enfrente de la pantalla por donde van pasando los turnos, para ver bien. A ellos les llamarían de viva voz, que es como se hace. El mismo conductor de la ambulancia lo hace. Se asoma y canta los nombres. No hay suficiente plantilla, ni medios. Debían estar esperando desde hacía mucho tiempo porque se les veía incómodos. Se levantaban, se sentaban. Uno de ellos vestía camiseta de la legión. El otro chándal de dos piezas. Preguntó uno por la hora y el otro no le supo decir. Me extrañó porque llevaba lo que en un primer momento me había parecido un reloj oscuro de pantalla y correa grandes en la muñeca. No lo era. Salió mi número en la pantalla. Me encaminé a la consulta. Allí les dejé, al borde.
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