miércoles, 30 de septiembre de 2015

Sumisión

Hace meses estuvimos en Valderredible visitando el prerrománico rupestre.

El prerrománico rupestre valluco es la huella fosilizada del día que la arquitectura religiosa dio el primer paso hacia el cielo.

Fase cero.

El entorno de la que es considerada catedral de este estilo tan importante, aunque apenas se le de importancia, estaba entero en obras.

Pero más, entero levantado y con apariencia de abandono.

Solo faltaban los plumeros, que no pero porque no han llegado; todavía.

Preguntamos a un vecino y nos dijo que un día empezaron las obras de acondicionamiento emprendidas por la consejería pero que de la noche a la mañana los obreros se marcharon dejándolo todo a medias.

¿Y por qué no os interesáis por lo que ha pasado?, le preguntamos, a lo que respondió que mejor no hacer nada, no vaya a ser peor.

Si preguntamos a lo mejor se lo toman a mal y no vuelven nunca, remató el vecino.

Y es que a este punto hemos llegado: a la ruina material y al miedo a salir de ella, que es la ruina moral.

En un caserío vasco del s. XVI

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En los caseríos del s. XVI y siglos posteriores se tapaban los cuarterones de las ventanas con telas de lino embadurnadas en cera para evitar que entrara el frío al tiempo que se facilitaba el paso de la luz, un bien escaso.

En Cantabria hay soluciones parecidas, de las que tratamos aquí.

Destaca que en Cantabria, al menos en Cabuérniga, no se empleaba tela, sino papel o vejiga ensebada.

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El lino se usaba en los caseríos sobre todo en la cocina y en el dormitorio. Cocina: trapos, servilletas, manteles y delantales. Habitaciones: sábanas, colgaduras, fundas de almohada y fundas de edredón bordadas.

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Son cinco días los que se tienen para desgranar el maíz. En Gipuzkoa se hacía frotando una panoja contra una laya, una contra otra o haciendo uso de un artilugio llamado "astua" que significa "burro". No ha de sorprendernos tal denominación. En Cantabria al tajo del "abarqueru" se le llama "perru". El "burro" no desgrana bien, así que tras utilizarlo había que repasar la panoja con la laya o contra otra panoja. Pongo foto de "burro" guipuzcoano:



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En los caseríos guipuzcoanos se limpiaban las telarañas con el "rusko" que es una planta antiséptica que también se utilizaba para filtrar el primer zumo de la manzana al ser exprimida para hacer sidra. El "rusko" se ataba a una pértiga para alcanzar todas las esquinas. Era importante quitar las telarañas porque arden rápido y los caseríos son en lo sustantivo de madera.



En Cantabria, curiosamente, no se quitan las telarañas ni de las cuadras ni de los pajares.

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Como sabéis, a menudo pongo el foco en elementos tradicionales cuyo diseño creo que tiene fácil traducción contemporánea. Llamo ahora vuestra atención sobre la "garrasta" guipuzcoana.



Explicación aquí (p. 327)

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En la puerta:



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Apunte sobre disposición interior de caserío guipuzcoano del s. XVI (primera generación): nada más entrar a la derecha se encuentra la cocina sin separación, tabique ni división alguna. Únicamente el escaño dando la espalda con el respaldo muy alto para proteger cuello y riñones de las corrientes.



Apunte dos: ventana geminada en la fachada.



Apunte tres: la habitación está al fondo del caserío separada por un tabique de tablas ("tabláu" en Cabuérniga):



El arca que se ve es el del ajuar de la novia:



Apunte cuatro: en la cocina brazo móvil para la caldera. En Cantabria era igual. He visto uno en una casa en ruinas de Lamiña y otro en una casa gótica también en ruinas de Renedo. Nosotros a la cadena la llamamos "llar" o "llares" y al suelo donde está la lumbre, "lar". La primera forma, "llares", se me hace más antigua que la segunda, "lar". Ambas son romances. Es como si la palabra original para el suelo de la lumbre hubiera sido sustituida por la forma romance más tarde que en el caso de las cadenas. En vasco las cadenas reciben un nombre también romance, emparentado con nuestros "llares" (lo que podría significar que la palabra vasca se perdió hace tiempo al igual que la cántabra), pero el suelo del fuego recibe todavía hoy nombre vasco: "austarra" (lo que significa que no llegó a perderse, a diferencia de lo ocurrido en Cantabria, que se perdió en tiempos recientes, de ahí que la solución romance adoptada en Cantabria prescinda de palatización leonesa y responda a patrones castellanos posteriores).

En el fuego, morillos y un asador. Este asador se llama en Cabuérniga "juchu" ("juchos" en plural). Más información sobre el "juchu" aquí.



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Los candiles dobles aparecen con la caza de la ballena (lo mismo da caza que pesca para la ballena). En el candil de abajo se pone grasa de ballena, que calienta rápido, y en el de arriba sebo de animal, al que le cuesta más calentarse.

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Los caseríos aparecen a caballo de los ss. XV y XVI (como las cabañas pasiegas). Parece que al menos los primeros nacieron para producir sidra (lo mismo que las cabañas pasiegas están orientadas a un único producto: la grasa de vaca). De hecho primero se construye el lagar y luego el caserío, que lo envuelve. Antes que caseríos había cabañas que apenas han dejado huella. Están apareciendo en excavaciones recientes realizadas en caseríos abandonados (algo que deberíamos hacer nosotros en alguna de las muchas casas montañesas que se nos están cayendo). Estas cabañas parece eran de madera, tipo libro abierto posado boca abajo (no redondas) y apoyadas en un "cumbre" sobre sendos "jorcaos", es decir, cabañas parecidas a los "chozos" cabuérnigos (en este blog ya hemos apuntado la posibilidad de que nuestros "chozos" respondan a una tradición arquitectónica prácticamente desconocida pero que seguro presentaba otras tipologías, por qué no cabañas asociadas a asentamientos estables).

Pongo foto de "jorcáu" guipuzcoano:



Con la llegada del maíz los caseríos crecen y se dotan de espacios laterales (almacenes y cuartos) y un secadero en la parte superior frontal. Que yo sepa, no tenían "soberáu", que es nuestro secadero. Es un proceso, éste de las ampliaciones laterales y la aparición del secadero en el piso superior que asoma al hastial del caserío, equivalente al que conduce a nuestro "cuartu del portal" y a la aparición del "balcón" o "correor".

Según parece en la ampliación lateral siempre se incorporaba un cuarto con dos accesos: uno desde el interior del caserío primitivo y otro desde el exterior. Este cuarto estaba destinado a caminantes, peregrinos, etc. La puerta que daba a la casa tenía cierre. Tras las guerras carlistas se cancelaron muchas de las puertas exteriores y este cuarto quedó como uno más que comunicaba con la cocina.

En los caseríos más antiguos de Lapurdi la cocina y la vivienda se suben al piso superior en el s. XVII. Lo mismo debió ocurrir en La Montaña.

Apunto la siguiente hipótesis: en Cantabria puede que el balcón responda a una lógica común a todo el norte, como es la de construir un secadero para el maíz (cuya recepción supuso una verdadera revolución), pero en Cantabria esta corriente general se topó primero con el "soberáu" (nuestro secadero) y segundo con el traslado de la cocina y vivienda al piso superior, que se produjo por estas mismas fechas, con lo que el espacio que los vascos concibieron como secadero nosotros lo concebimos como un balcón de lógica polifuncional que trasciende la de un mero secadero de maíz (en nuestro balcón se seca la ropa, se recoge a los niños que se quedan solos, etc.)

Secadero de caserío guipzcoano por fuera y desde dentro:



Atentos porque la fachada del caserío es el hastial de la casa. Lo que se ve (muros de piedra laterales y armazón de madera) responde a la ampliación debida al maíz (cuya recepción también explica el recrecimiento de nuestras casas). Lo único que queda a la vista del caserío primitivo (nacido a caballo entre los ss. XV y XVI) es la fachada que asoma dentro del soportal.

El gato negro va de suyo.

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Me contaba el otro día veceru que le sorprende que los receptáculos de los lagares y prensas de vino y sidra sean entre nosotros redondos y de pequeño tamaño, a diferencia de los asturianos.

Pongo foto a continuación de "lixiba ontzia" de caserío vasco. Se utilizaba no tanto para lavar como para blanquear la ropa: se ponía con agua templada y ceniza de roble, se aclaraba con agua limpia y se ponía a secar al verde.



Si solo se encuentran los receptáculos no hay que perder de vista este otro uso posible.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Formas de entender el patrocinio

Uno de los puntos calientes actuales es cómo ordenar los patrocinios.

En San Sebastián ha habido mucho debate. En Tabakalera, aquí, se ha optado por un modelo que concita entidades privadas con objetivos alineados con los del ayuntamiento para trabajar todos bajo batuta pública. Por ejemplo, la Fundación Kutxa se ha hecho cargo de toda una planta. He estado este sábado y puedo decir que el proyecto impresiona.

En mi opinión ésta es la fórmula acertada: lo privado en apoyo de iniciativas públicas.

En Santander se ha optado por el modelo más duro que además se ha presentado desde los medios como modelo único. El modelo ordeno y mando.

El Centro Botín no sabemos qué va a ser ni cuándo se va a terminar.

Pero estamos contentos.

El Archivo Lafuente o como quiera que se vaya a llamar ha usurpado ubicación al MUPAC sin saber tampoco cómo ni por qué.

Pero estamos contentos.

Lo que más me preocupa es cómo hemos llegado a que todo nos de igual. Lo que más me preocupa es que este tipo de iniciativas privadas, con independencia de que probablemente persigan objetivos espurios (beneficios fiscales, clientelismo, etc.), que este asalto de lo privado consentido por los gestores de lo público, decía, nos desactive todavía más como ciudadanos. Por encima de estos proyectos en sí, lo que me preocupa es lo que nos hagan.

Por cierto, en términos generales, como ciudad, San Sebastián está a años luz de Santander. De Madrid, donde estuve hace un par de semanas, ya ni os cuento. A Santander la marinera se la llevó la marea.

martes, 22 de septiembre de 2015

Liébana, 2

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Viga caballar tirada en Cahecho:



Viga caballar en uso en una casa del mismo pueblo:



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En la última foto del punto anterior se ve bien a las claras qué pasa cuando a una casa lebaniega se le cae una pared: nada, que la casa sigue en pie, lo mismo que ocurre con una casa cabuérniga. ¿Por qué? Porque las casas lebaniegas también siguen la lógica del cuadru, que consiste en una estructura básica de madera, tipo pérgola, sobre la que reposa la cubierta y envolviéndolo todo, piedra. La madera y tejado se levantan en los meses cálidos, se echa el ramu y luego, durante los meses lluviosos, se envuelve el conjunto con paredes.

Los ejemplos son incontables primero porque en muchas casas lebaniegas la parte alta está abierta (o quizá en su origen no lo estuviera pero el cierre original, de tablas o zarzo, se ha perdido) y segundo porque muchas casas están en ruinas y se ven fatalmente todas las tripas, lo que es muy de lamentar.

Un ejemplo entre mil de la lógica del cuadru comentada:



¿Cómo vamos a hablar de muros de carga, como hace el arquitecto de cabecera Ruiz de la Riva, si los muros ni siquiera alcanzan la cubierta? ¿Cómo va a reposar ésta sobre los muros? Si es que no es ni tan raro que no haya muros, como se puede apreciar en las fotos.

En ocasiones parece que la cubierta sí apoya en los muros, pero a través de peales, que en cualquier caso no son sustantivos, sino tan solo refuerzos de la estructura de madera base.





Lo habitual es que la estructura de madera se encuentre por dentro situada a un par de palmos de la pared de piedra, pero en ocasiones la estructura está empotrada en la pared: la lógica es la misma: si se cae la pared la estructura de madera, el alma, se mantiene en pie.



Por último, apuntar que esa casa de tipología tan antigua fotografiada en Cahecho, aquí, y tan parecida, por otra parte, a las casas tan antiguas localizadas en Lafuente (Lamasón), aquí, que no he podido ver por dentro, también tenía cuadru (me refiero a la de Cahecho, a la que sí he podido entrar).

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Pared exterior de zarzo creo recordar que en Mogroveju (a partir de ahora dudo de la ubicación de todas las fotos lebaniegas de este post):



Otra más ésta de dimensiones monumentales que apenas se aprecian en la foto:



Por cierto, fotos de carro chillón cabuérnigo engalanado (sí, de nuevo hortensias, como ocurría con el carro de la gata negra de Carasa):



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Aquí puse fotos de dinteles lebaniegos de madera tallados, una anomalía en relación con otras comarcas cántabras. Pongo a continuación fotos de otro dintel lebaniego de madera tallado:



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Rejostra exterior:



En esta otra puerta había una piedra preparada para recibirla:





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[Entrada eliminada por insustancial].

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Poca decoración en las casas lebaniegas, pero la que hay es muy fina. Detalle en puerta de Cahecho:



Las triangulaciones de esta talla adquieren un sentido extra en su contexto: a unos pasos, el abismo, y de frente, montes que parecen aéreos.

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Manzanos autóctonos en Piasca.

Y en toda Liébana.

La manzana del primer plano, muy rica.

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¿Protegiendo el portal de las gallinas o del gato?

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Entrada a casa con escalera y horno.

La arquitectura lebaniega escapa a toda estandarización. Y me encanta. O quizá ésa sea precisamente su principal característica: la adaptabilidad, lo que hace que parezca que no sigue norma alguna. Y es entonces cuando me gusta todavía más.

Picayos, picajos, picachos y cerbales, rejostra interior cabuérniga, cierros cuetanos, grabados en la iglesia de Carmona y balcón cabuérnigo de posguerra con soportes para macetas

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En Saja dicen picayu (pl. picayos) a los pinos clavados en la pared, aunque realmente no estén clavados, sino encajados entre las piedras, por ejemplo en el portal, para colgar un paraguas o cualquier otra cosa. Esta palabra me sirvió en su día para argumentar que los picayos provenían de un sustrato de influencia asturleonesa y que eran en su origen un baile guerrero, con lanzas, como otros de Cantabria, y no con castañuelas, como son tocados hoy. En Carmona y la cuenca media del Saja a estos pinos se les dice picajos (sing. picaju).

Pues resulta que el otro día en el pueblo de Ucieda me dicen que picachos (sing. picachu).

Ya tenemos las tres opciones posibles en un único valle.

El vecino que me lo dijo lo hizo refiriéndose a cada una de las ramas que sirven de sostén en el cerbal de la foto, ubicado en el portal de su casa:



Estos cerbales cuelgan siempre del techo.

Una bonita idea con un recorrido, si quisiéramos, enorme. Ay, si estuviéramos en Noruega o de donde quiera que sea IKEA.

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Rejostra en interior de puerta cabuérniga. Se adivinan en casi todas las puertas antiguas, pero en la actualidad no abundan en Cabuérniga. Comunes todavía en Valderredible. No abundan pero se encuentran en Liébana.

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Ya hemos comentado por aquí antes que lo que creíamos era la mies de Cueto es en realidad un antiguo paisaje de viñedo, con lo que se acrecienta aún más si cabe su valor.

Prueba de su condición es que las puertas de las fincas carecen de cierre ganadero, es decir, no presentan ni istial (cuando es de madera) ni morenal (de piedra), siguiendo la terminología cabuérniga. Los vecinos hoy se las ven y las desean para cerrar sus fincas y que no escapen las vacas. De ahí, en parte, la extraordinaria diversidad, que roza el pintoresquismo, de los cierres cuetanos.



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De estos grabados en el soportal de la iglesia de Carmona ya se ha dicho mucho, así que no voy a insistir. Simplemente dejo aquí el testimonio:



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Detalle de una foto tomada durante la primera posguerra en Sopeña de Cabuérniga. Es la casa de mi bisabuela. Fijaos en los soportes para las macetas, que, recordamos, podían ser y hoy igual casi cualquier cosa, incluso latas oxidadas. Se sacaban fuera del balcón (en Sopeña no se dice correor; la solana es otra cosa) para no pudrir las tablas con el agua al regarlas.

Caigo en la cuenta ahora que en la foto aparece un grupo de personas celebrando algo y al fondo una pila de piedras de río. La casa tiene el portal hoy cerrado. En la foto el portal aparece abierto. ¿Estará la foto tomada el día que comenzaron las obras para cerrar el portal? La lógica de los cuartos del portal, si estoy en lo cierto, siguió estando cargada en la cabeza de los paisanos hasta fechas muy recientes.

martes, 15 de septiembre de 2015

Anuncios, cardador, empedrado, urbanismo mutante y maíz autóctono de Ucieda

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Cardador de lino leonés hecho con cardos.

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Empedrado "de chinos" (que diría un cabuérnigo, no por laborioso, sino por el tipo de piedras empleadas en el empedrado) recuperado en monasterio de Sahagún.

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Transición.

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Panoja autóctona de Ucieda. Nos dijo un vecino que seguía plantándolo solo una viejuca del pueblo. Esta panoja está seca y apolillada. En Carmona se logró recuperar a partir de panojas un poco mejor conservadas. En Ucieda, si se quiere, también se puede.