Recuerdo el primer kiwi que comí. Fue en Colindres. Mi madre compró uno y lo partimos en cuatro cachos. Hacíamos lo mismo con los pasteles. Cuando mi madre volvía de hacer algún recado en la ciudad traía un emparedado que nos repartíamos entre los cuatro.
Me acordé de esto cuando el otro día me dijo mi madre que qué tonta había sido al creer que a mi abuela, su madre, no le gustaban los plátanos.
Mi abuela compraba un plátano y se lo daba a mi madre. Mi madre compraba un pastel y lo repartía entre los cuatro. Vamos avanzando. Mi familia progresa. Estamos condenados al éxito. Estate preparado, mundo, que vamos.
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