Como sabéis, Saltos del Nansa no solo es el salto, sino también un canal que recorre todo el valle captando de manera ilegal hasta el último hilillo de agua que corre por el monte. O incluso que no corre. Capta hasta las aguas de las turberas.
Este canal es masculino para los montañeses. El femenino se reserva para las canales naturales, las del monte. Sabido es que el femenino se aplica a lo comparativamente mejor (p.e. ventana vs. ventanu o botella vs. botellu). Los paisanos perciben el canal como una amenaza. Y con razón. Lo es.
Hace años quedé con un grupo de ganaderos de Cosío. Me llevaron a un paraje donde se veía bien a las claras cómo el canal chupaba un regato que bajaba por una canal. El canal tenía un agujero por donde entraba el agua, sencillamente. En el paraje también quedaban los restos de un barracón de presos (republicanos, claro). El salto, el canal son obras hechas por esclavos del franquismo.
Es alucinante que todavía se consienta que este canal robe el agua de todos para beneficio de una multinacional que para más señas está vinculada al Banco Santander. Por algo es que este banco se esfuerza en montar conciertos de órgano barroco en las iglesias del valle. O se esforzaba, porque ahora con el Centro Botín todo se acabó. De hecho, se acabó hasta el propio Centro Botín, me parece.
Recuerdo que aquel día en Cosío volvimos a los coches a la hora de comer. Los habíamos dejado aparcados en una pista. Yo cogí mi bocadillo y me senté en el suelo para comerlo. Todos me miraron fatal, como diciendo: "pero este imbécil, qué coño hace". Me levanté. Comimos todos de pie. Me he acordado de esta anécdota viendo una fotografía del 15M en la Plaza Porticada de Santander: todos sentaditos. ¡De pie, cojones! ¡Ahora o nunca!
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