Viniendo esta tarde al trabajo, hoy, día del trabajador (muy apropiado), me he cruzado en el parque de Lamarga con una niña que iba estrenando bicicleta. Estaba toda emocionada, dando gritos, medio cayéndose, sin soltar el manillar, a zancadas, sin apenas pedalear. La bicicleta era de un rosa empalidecido. El óxido había tomado la barra del manillar. Las soldaduras del cuadro estaban negras. El padre iba detrás. "No corras, ven, no corras", le decía. Se le veía también emocionado. Imagino que le hayan guardado a la niña la bici hasta hoy, para poder estrenarla con su padre en el parque.
Cuando nos cruzamos, el padre agachó la cabeza.
Tocado.
Publica la prensa de hoy que nuestro alcalde porque le hemos votado va a reformar el Sardinero para que parezca más bonito.
Y para que las niñas puedan estrenar en él sus bicicletas oxidadas.
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