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Publica Castañeda, que, para quien no lo sepa, es ex responsable de El Diario Montañés y actual presidente del Ateneo de Santander (el de derechas, que al de izquierdas lo liquidaron), en su cuenta de twitter, a la que he llegado desde la de Diegu San Gabriel, lo siguiente: "Hoy se cumplen 70 años del suicidio de Hitler. Días antes Mussolini fue fusilado. El fin de los fascismo genocidas... sólo quedo [sic] Stalin."
¿Y Franco?
Este hombre, ¿de dónde coño ha salido?
Ah, sí, que ya lo dije: de El Diario Montañés.
(2)
Aquí podéis leer un artículo interesante, aunque un poco flipadín, sobre la relación de la arquitectura tradicional japonesa con la penumbra, nada nuevo, un ejemplo más de la recepción del conocido Elogio de la sombra de Tanizaki entre nosotros, los occidentales.
Destaco el siguiente párrafo:
"Aunque no todo en las viviendas japonesas es ocultar, cubrir y esconder en la oscuridad, según Tanizaki. La penumbra posee cualidades que despiertan en los objetos cotidianos fulgores particulares, de naturaleza contraria a los brillos de los objetos apreciados en Occidente, cuyos destellos metálicos no encuentran acomodo en esta atmósfera singular."
Me trae a la memoria con qué orgullo me señalaba un paisano cabuérnigo los matices de la pared de la escalera a la luz del ventano que se abría en la fachada de su casa montañesa recién comprada, aún sin electricidad. "Fíjate qué guapu jaz, cómu raya la luz en esta parée".
Otros párrafos notables por lo que sugieren en relación con nuestra arquitectura montañesa:
"La comprensión general de la arquitectura está siempre referida al envoltorio, a la fachada que constituye el límite de la construcción. Son frecuentes los análisis puramente formales que dificultan la comprensión unitaria de la obra, ya que una reflexión centrada esencialmente en el análisis exterior de los volúmenes que componen un edificio es incompleta. Es imposible entender las reflexiones que subyacen en las operaciones arquitectónicas llevadas a cabo por el arquitecto sin tener en cuenta el espacio interior y las «fachadas interiores» de esos volúmenes que nos proporcionan una imagen real y completa de la arquitectura. No hay otra manera de aprehender una operación arquitectónica en toda su magnitud que abandonando el dominio de la luz —el exterior— para adentrarse en el de la sombra —el interior—; abandonar el análisis circunscrito al exterior de la arquitectura, positivista e inmediato, para pasar a «experimentar» desde el interior ese espacio."
Pensad en la disociación que hemos comentado tantas veces aquí entre el alma de madera de la casa montañesa (el cuadru) y el envoltorio o piel de piedra.
(...)
"Es por tanto difícil rechazar que la sombra tiene un papel preponderante en la compresión espacial de la arquitectura, por mucho que nos hayamos esforzado en negarlo. Y eso que hemos desconfiado siempre de las penumbras, delegando en el progreso la tarea de eliminar progresivamente con sus avances científicos esos reductos de ignorancia de la vida cotidiana, temerosos de lo que se esconde —y que por tanto no se puede controlar—. El progreso material y científico del siglo XIX fue en una dirección clara: combatir los temores irracionales que anidaban en la oscuridad, haciéndolos desparecer mediante brillantes bombillas y fulgurantes neones. Pelear por conquistar cada reducto de irracionalidad e ignorancia, lo que en términos espaciales se traduce en una desaparición de las sombras en la arquitectura, sacrificadas salvo honrosas excepciones en los altares de una modernidad luminosa."
No puedo dejar de relacionar este párrafo con el ventanu de la fachada o del jastial que no está pensado para asomarse, sino para iluminar la escalera, o la relación de los espejos con la casa (espejos en el portal, en el balcón).
(...)
"[E]n Oriente se ha elaborado tradicionalmente una arquitectura en sentido contrario, donde predominan las extensas cubiertas de teja y los atrevidos aleros que se proyectan con decisión más allá del perímetro de la construcción. Ambos elementos —cubierta y aleros— protegen el interior de la luz directa, proyectando una sombra profunda y vasta que esconde la construcción. «Si el tejado japonés es un parasol, el occidental no es más que un tocado». Mientras que en nuestras latitudes los tejados suelen ocupar un espacio circunscrito a la planta del edificio y cumplen apenas una función de coronación y protección contra la intemperie, desprovista en principio de un ideal trascendente, en la arquitectura japonesa tradicional el tejado tiene como primera función delimitar un espacio sombrío en el que poder disponer la casa."
Este último párrafo me recuerda el papel de los portales en nuestras casas montañesas. Todavía son muchas las que los conservan, los originales, los que no han sido colonizados por cuartos del portal o sumidos por las casas al adelantar la fachada.
Todo está en relación con todo, bien como sinónimo o bien como antónimo.
(3)
En un comentario hecho en una entrada anterior se decía que en Cabuérniga los chicos, hasta los años cuarenta del pasado siglo, solían llevar un corte de pelo hoy desaparecido que consistía en raparse la cabeza de la mitad hacia atrás.
Este corte de pelo parece que se explica por los piojos. Por evitarles, me refiero. Y es que uno de sus sitios favoritos es la hoyuca de la nuca (como el de la de las cabarras o garrapatas es el sobaco o las ingles, por ejemplo, o el de los loros el hombro y el del gato de Raquel y mío nuestro regazo).
Mi abuela por lo visto insistía a mi madre en que nos secara bien el pelo por la hoyuca porque es por ahí por donde entran los catarros. Mi padre dice que los catarros de toda la vida entran por los pies, que ya lo decían los romanos. También decían que no se puede tomar el sol ni bañarse en los meses con erre. Yo por si las moscas no dejo de secarme el pelo por la hoyuca. Y de guardarme del sol, cuando pega, y de bañarme en el mar, cuando hace frío, y de ir descalzo. Bueno, cuando me ducho sí que me descalzo.
Me ducho con la alcachofa en la mano, no la dejo nunca arriba. Suelo enchufarme agua caliente a la hoyuca, nada más que por gusto.
Coordenadas vitales.
(4)
Estaba esta mañana leyendo El Mundo mientras tomaba el café, las noticias relacionadas con la dimisión de Monedero, concretamente, cuando me he fijado en las uñas; en las mías. Hace una semana que me las corté, para una inauguración. Las tengo largas otra vez, y desiguales. Y yo que creía habérmelas cortado bien, al ras.
No importa, todo es así.
(5)
Anoche nos fuimos a cenar un bocata de rabas madrileño a Los Pinares de El Sardinero para celebrar el primero de mayo. No pudimos ir a comer porque los dos estábamos liados, ella estudiando y yo trabajando. Es aquí, en Los Pinares, donde se celebraba la fiesta obrera hasta que cayó la ciudad en el verano del 37.
Una de las pocas fotos que se conservan de Matilde Zapata, bibliotecaria y periodista asesinada por los franquistas, está tomada aquí. Creo recordar que sale con Matilde de la Torre, otra de nuestras grandes e igualmente olvidada.
Nos sentamos en unas piedras ancladas al suelo con hierros. Solos. Pasa una banda de chavales que vuelven de hacer botellón. ¿O de coger higos? (Se tropieza y cae uno). No, de beber, de beber, seguro. Un par de críos con sus padres rezagados que nos esquivan sutilmente.
Es como una plaza cubierta vegetal.
En Campoo a los caminos cubiertos por vegetación los llaman dosal.
Los pinos de La Magdalena están traídos de El Pardo. Éstos no.
Mi padre veraneaba de pequeño aquí. Es de El Alta.
Los pinos están alineados. Hay vacíos porque hay pinos que ya no están. Estuvimos buscando el punto de referencia que tomó el que los plantó. Están alineados, pero respecto a qué, es la pregunta. ¿A la caída de la ladera? ¿Al mar? ¿A una casa que presidía el pinar y que ya no está? No dimos con la respuesta.
Cogimos el coche y volvimos a casa.
Se nos olvidó beber agua de la fuente de Cacho.
Por cierto, ahora que el Racing de Santander se ha salvado, parece, ¿los racinguistas van a dejar de darnos el coñazo o ya nunca?
Llegamos a casa y caímos en la cuenta de cuál es el punto de referencia de los pinos: nosotros.
Sólo un par de apuntes. Stalin no era fascista. No todos los dictadores son fascistas. Eso, unido a su olvido del general Franco, muestra que el señor ex director de El Diario Montañés y actual presidente del Ateneo de Santander tiene una evidente carencia en lo que a cultura política se refiere. O es un burdo manipulador filofranquista. O ambas cosas a la vez.
ResponderEliminarNo sé si me extraña más que hables del gato de raque y tuyo o que hayáis ido a comer un bocata de rabas, que pareces de Valladolid, coño.
ResponderEliminarH.
Es que el gato poco a poco me va aceptando...
ResponderEliminarLos bocatas de rabas son idea de Raque, como puedes suponer...
Abrazos.
Los gatos no son de nadie.
ResponderEliminarEn un cuento tradicional "de cuando Jisucristo y San Pedro andaban por el mundu" se decía que iban preguntando a todos los que encontraban que qué era lo que más querían, que lo pidiesen que ellos iban a hacer lo posible para concedérselo. De ese modo el carpintero pedía garlopas nuevas,el goloso calderadas de arroz con leche, el caballo algarrobas, la presumida espejos y pañuelos... hasta que le llegó el turno a un gato. Le preguntaron entonces, como al resto, que cual era su mayor deseo
ResponderEliminary el gato respondió:
"Pos mire, yo no les pido más que puertas abiertas y mujeres descuidás".
Apa.
Eso, ¿lo contestó un gato o uno al que llamaban el Gatu?
ResponderEliminarPorque, si no, gatos habemos muchos...