Es un quinto
a la altura del sol de invierno
bajo
que más se agradece
del polen
que sube
empujado por el viento
sur
como las vistas
y de la abeja que lo persigue
a la altura de la paloma
que escapa
de la gaviota
del nido
y de la hoja
que recorta el cielo.
Es un quinto
y no tenemos vértigo.
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