Hay varias cuentas de twitter cántabras que tienen tres tipos de entradas: las suyas, insulsas, casi todas dedicadas a tejer una red de relaciones extracorpóreas que es la que soporta los otros dos tipos; las promocionadas (una bici, un coche), que los twitteros suelen personalizar pero que no por ello dejan de llevar las marcas de la empresa, cosa de agradecer (el ir de frente); y las que siendo promocionadas los twitteros no lo dicen, que me parece a mí que son más de las que sospechamos.
Las redes sociales tardaron nada en trascender su carácter personal. Las cuentas de empresas primero y de las instituciones después están que echan humo desde prácticamente el minuto cero. Luego hay modelos mixtos: personas (o carátulas o nicks) cuyas cuentas son negocios en sí mismas. En Cantabria abundan de este tipo. Son a las que me refería antes. Hoy todavía nos puede parecer que se están aprovechando de nosotros, de nuestra candidez, pero esta sensación pronto pasará y nos parecerá de lo más normal que alguien nos manifieste su amistad para a continuación colarnos mensajes publicitarios, algunos no declarados, de empresas unos y otros institucionales. Nos movemos en zona de penumbra.
Lo que me preocupa (todavía, cabría añadir, porque también ésto pasará) es el modo como la administración se relaciona con estos negocios que no parecen serlo. Por ejemplo, ¿cómo se seleccionan qué cuentas para promocionar el Año Jubilar Lebaniego, si es que se ha hecho? ¿Qué contenidos se contratan? ¿Pagar a un grupo de twitteros jocosos para que hagan el Camino de tripada en tripada y nos lo cuenten es hacer buena promoción de este evento (el ejemplo no es real)? Como siempre, quizá es que no haya mucho más donde elegir, en Cantabria. Pero para eso está la administración: para promover, para facilitar la excelencia allí donde haga falta, que es en todas partes, como debe, y no para aprovecharse de los que se aprovechan (digo en términos generales).
¿Y qué entiendo por excelencia en este contexto? La mejora que nos cambia sin obligarnos a dejar de ser lo que somos.
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