Mi abuela se casó dos veces, la segunda con mi abuelo. La primera se fueron de viaje de novios al invernal. La segunda se quedaron en casa y sufrieron una cencerrada de los vecinos, como era tradición.
El novio de toda la vida de la madre del primer marido de mi abuela la dejó plantada. Quedaron en el cruce de caminos de la mies, donde el santucu, para devolverse los regalos. Primero lo hizo él. Ella llevaba el mandil recogido, como si llevara los suyos dentro. Pero cuando le llegó el turno, lo sacudió y estaba vacío, diciéndole algo que no recuerdo pero que todos nos podemos imaginar.
Para una foto de este cruce de caminos y santucu podéis consultar la galería de imágenes del PROT.
Tengo que preguntar a mi tía Amaliuca porque ella sí recuerda la frase exacta.
Los mozos del pueblo hicieron un camino de calabazas (así explicado, no sé si eran calabazas enteras o solo cachos) que iba desde la puerta de casa de la madre del primer marido de mi abuela, que es donde yo veraneaba, hasta la puerta de la iglesia, pero esta señora se preocupó de madrugar y retirar todas las calabazas antes de que amaneciera.
No sé si lo de las calabazas era tradición o si solo le pasó a esta señora. No sé si ha sido en algún libro de Delfín González que he leído que era tradición, pero a lo mejor a este novelista lo que le llegó fue esta misma historia y él la tomó por tradición cuando no era más que un caso aislado. En mi opinión, tiene toda la pinta de ser tradición, es decir, que éste es un caso más, si cabe muy llamativo, entre otros tantos que no nos han llegado.
La foto es de ayer mismo en la C/ Floranes de Santander.
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