miércoles, 6 de mayo de 2020

"Casa, Provincia, Rey" de Carlos Martínez Gorriarán, fragmento relacionado con la quiebra del sistema tradicional

"La historia de Rentería durante este periodo (…) proporciona una magnífico ejemplo de cómo, cuándo y de qué modo entraron en crisis los modos de vida tradicionales. El sistema solariego no pereció bajo abtrusos embates de la Historia abstracta o de sus enemigos exteriores: lo llevó a la ruina el desgaste que le impusieron sus propios beneficiarios, especialmente la burocracia hereditaria que monopolizaba y usufructuaba la administración municipal. (…)

Aunque la guerra de Independencia no fue especialmente mortífera para Rentería, resultó muy onerosa debido a los cinco años de ocupación del ejército francés, con su correspondiente cortejo de voraces recaudadores. Los franceses aplicaron los principios liberales introduciendo los impuestos directos tasados sobre los bienes y rentas del contribuyente, algo nunca visto en la fiscalidad tradicional, donde casi todos los tributos se cobraban sobre el consumo. Así pues, cada vez que el ocupante francés exigía a Rentería una nueva contribución, señalaba además lo que justamente tocaba abonar a cada vecino en función de su fortuna. Los ricos cargohabientes, que pese a su patriotismo e igualitarismo vascongado no estaban de ningún modo dispuestos a pagar la guerra de su bolsillo, ni a perder su tradicional sistema de ingresos, encontraron un modo de escapar al expolio y, de paso, incrementar sus fortunas a costa del vecindario.

El procedimiento consistió en que el concejo, apelando al sólido sentimiento de comunidad y solidaridad vecinal existente, decidió hacerse cargo de la totalidad de la deuda con los franceses, o lo que es lo mismo, de lo que los millaristas deberían haber pagado conforme al sistema tributario francés. Ahora bien, como la villa solo disponía de los ingresos obtenidos de sus bienes propios cuya explotación normal [el libro de donde están tomados estos párrafos también se ocupa de analizar este sistema "normal", igualmente tramposo] había paralizado la guerra, ¿de dónde sacar el dinero contante suficiente? Es en este punto donde los generosos millaristas se hacen cargo de la apurada situación del concejo y se apresuran a prestarle el dinero necesario, bien entendido que, finalizada la guerra, la villa reintegrará el préstamo más los intereses de rigor. De este modo la burocracia hereditaria no solo no perdió su fortuna, sino que al término de la guerra se había convertido en acreedora de los vecinos.

Para amortizar la deuda bélica, los millaristas decidieron cobrársela en especie, en porciones de los montes públicos -cosa que podían hacer porque, recordemos, dominaban el ayuntamiento- tasados y elegidos por ellos mismos. La mayoría de las parcelas escogidas se convirtieron en caseríos arrendados, cambiando profundamente la estructura económica local.

En conclusión, los cargohabientes de Rentería se las apañaron para aumentar su riqueza y convertirse en terratenientes aprovechando la crisis del sistema tradicional. (…) El concejo, enormemente endeudado con el estado, con la provincia y con los millaristas tradicionales, no pudo seguir prestando los servicios tradicionales, y no tuvo más remedio que introducir la fiscalidad directa para hacer frente a sus deudas, con lo que los artesanos y campesinos pasaron de ser beneficiarios a contribuyentes netos.

Pese a sus enérgicas protestas, los vecinos más pobres se vieron obligados a conseguir dinero como fuera para cumplir con sus nuevas obligaciones fiscales, lo que supuso la irrupción de la economía capitalista en los caseríos (…) En vísperas de la primera Guerra Carlista, tanto el concejo como los vecinos corrientes de Rentería estaban completamente arruinados (…) una situación general en casi todos los pueblos vascos.

Así pues, parece que los millaristas vivieron del manejo de los negocios públicos hasta que se presentó la ocasión de hacer un negocio redondo (…): arruinar el sistema tradicional y presentarse como sus salvadores, pues los notables culparon de todo a los franceses y a los liberales. En resumen, los millaristas mantuvieron las riendas del sistema oligárquico, pero supieron convertirse a tiempo en burgueses librecambistas. (…)

En lo que se refiere a la cultura y la ideología, los jaunchos destruyeron las bases del sistema tradicional, pero siguieron defendiendo con gran énfasis viejos valores como la xenofobia, el integrismo religioso, la rigidez de las costumbres o las relaciones paternalistas entre amo y arrendatario, de modo que dificultaron extraordinariamente la adaptación de la gente al nuevo estado de cosas. Al aferrarse a una ideología periclitada, puesta de nuevo en circulación por el carlismo, la oligarquía vascongada hizo que la guerra civil fuera el único modo de dirimir la crisis social."

Del fantástico libro Casa, Provincia, Rey: Para una historia de la cultura del poder en el País Vasco de Carlos Martínez Gorriarán, publicado por Alberdania en 1993, páginas 315-324.

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