Una vecina que vivía en La Junta le traía quesos frescos de oveja que dejaba orear en zarzos colgados del portal o en la socarrena tapados con lienzos.
El queso traía impresa la huella del avellano entrelazado.
Mi abuela tenía perdida la memoria.
Ya nadie hace estos quesos. Tampoco vive la señora que cada día llevaba a mi abuela un poco de leche de la última vaca que le quedaba.
No recordaba a nadie pero de ella sí se acordaban.
La señora de los quesos vivía en la casa que fuera de mi bisabuela.
ResponderEliminarEran quesos idealmente de oveja: si no había leche de oveja se utilizaba la de vaca o se mezclaba.
Los llamábamos "quesucos".