Me estaba esperando en la esquina de la carnicería
donde solemos cuando salgo tarde del trabajo
(esta semana llevo haciéndolo todos los días a las seis
cuando mi horario es hasta las tres:
como bocadillo en el despacho, por no salir
y ahorrar) para ir dando un paseo al palacio
y sacar entradas para la próxima obra de Mayorga
(con quien me carteo, a veces).
Pero de camino paramos a ver el escaparate de una librería
(no por mucho mirarlo lo cambian más a menudo
es algo que pasa con todos los escaparates que te gustan)
y resulta que se presenta un libro que estábamos esperando como agua de mayo
casualidades.
Termina el acto, lo compramos, nos lo dedica el autor
que nos da su contacto (y me decís, nos dice)
y regresamos a casa, pasada ya la hora
de ir al palacio de festivales.
Anochece tarde, así que diremos simplemente que:
atardecía.
Raquel se levanta a las cinco menos cuarto de la mañana
para ir al trabajo. Todavía no se han despertado
los miruellos, que son diurnos
pero necesitan silencio para cantar
de ahí que en la ciudad lo hagan de noche
pero no tanto. Ni los miruellos
ni los gorriones, a los que damos de comer
pan, uvas pasas a los miruellos
del barrio, muchos:
el ruido que hacen piando todos a la vez se dice en cántabro:
cantarazaña.
De camino a casa paramos en la plaza de la leña
a tomar una caña para que no termine el día tan pronto
y empiezan a rondarnos los gorriones
los del mercado próximo cuando cierra
que salen a pedir comida: a nosotros
por ejemplo:
cacahuetes que dan de tapa
restos de patatas fritas
o de mi bocadillo que llevo en la mochila
pan duro de ayer que lo compré grande
para que diera para dos días y lo que sobre para los pájaros, estos
por ejemplo:
al marchar les dejamos las últimas migas
en una repisa
pero no nos quedamos a ver si vienen
o no.
Hemos sabido que todos los partidos con representación en el Parlamento
todos, pero todos
están de acuerdo en permitir la construcción irracional en terreno rústico
destruyéndolo todo.
A ella, que madruga a las cinco menos cuarto
le cuelgan sombras bajo los ojos
que parecen nidos, como a mí
que salgo tres horas más tarde de lo debido
casi cada día.
Nos marchamos, cae el sol.
No sé a quién representa el Parlamento
para quién trabaja.
A nosotros no
para nosotros no.
Lo he corregido un poco para que se entienda mejor.
ResponderEliminarLo he vuelto a corregir un poco para lo mismo.
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