jueves, 5 de mayo de 2022

Pan pájaros destrucción

Me estaba esperando en la esquina de la carnicería

donde solemos cuando salgo tarde del trabajo

(esta semana llevo haciéndolo todos los días a las seis

cuando mi horario es hasta las tres:

como bocadillo en el despacho, por no salir

y ahorrar) para ir dando un paseo al palacio

y sacar entradas para la próxima obra de Mayorga

(con quien me carteo, a veces).

Pero de camino paramos a ver el escaparate de una librería

(no por mucho mirarlo lo cambian más a menudo

es algo que pasa con todos los escaparates que te gustan)

y resulta que se presenta un libro que estábamos esperando como agua de mayo

casualidades.

Termina el acto, lo compramos, nos lo dedica el autor

que nos da su contacto (y me decís, nos dice)

y regresamos a casa, pasada ya la hora

de ir al palacio de festivales.

Anochece tarde, así que diremos simplemente que:

atardecía.

Raquel se levanta a las cinco menos cuarto de la mañana

para ir al trabajo. Todavía no se han despertado

los miruellos, que son diurnos

pero necesitan silencio para cantar

de ahí que en la ciudad lo hagan de noche

pero no tanto. Ni los miruellos

ni los gorriones, a los que damos de comer

pan, uvas pasas a los miruellos

del barrio, muchos:

el ruido que hacen piando todos a la vez se dice en cántabro:

cantarazaña.

De camino a casa paramos en la plaza de la leña

a tomar una caña para que no termine el día tan pronto

y empiezan a rondarnos los gorriones

los del mercado próximo cuando cierra

que salen a pedir comida: a nosotros

por ejemplo:

cacahuetes que dan de tapa

restos de patatas fritas

o de mi bocadillo que llevo en la mochila

pan duro de ayer que lo compré grande

para que diera para dos días y lo que sobre para los pájaros, estos

por ejemplo:

al marchar les dejamos las últimas migas

en una repisa

pero no nos quedamos a ver si vienen

o no.


Hemos sabido que todos los partidos con representación en el Parlamento

todos, pero todos

están de acuerdo en permitir la construcción irracional en terreno rústico

destruyéndolo todo.

A ella, que madruga a las cinco menos cuarto

le cuelgan sombras bajo los ojos

que parecen nidos, como a mí

que salgo tres horas más tarde de lo debido

casi cada día.

Nos marchamos, cae el sol.

No sé a quién representa el Parlamento

para quién trabaja.

A nosotros no

para nosotros no.

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