Nuestro gato tiene miedo al afilador, a su melodía soplada en la diminuta armónica de plástico, pero no a la lluvia.
Lo que tememos es por desconocimiento y si conociendo seguimos temiendo es porque no lo conocemos tantos, los suficientes, como para desactivar aquello que provoca temor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario