Somos como monos.
miércoles, 28 de agosto de 2013
Santa Teresa de Jesús tamién era de los míos
Entardahier juí solu al teatru. La obra era sobre Santa Teresa de Jesús. De Juan Mayorga, unu de los muestros autores más emponderaos. Jué na Pinínsula La Madalena. Quisi veela en Madrid, pero finalmente no pudi. Ésta, la d´entardahier, era mí luga.
Juí solu, pero allá alcontré a mí tía y a mí madre. Maldita la gracia, jueron a asejase justu enas butacas qu´estaban por tras de la mía.
Espienza la obra:
Custa siguila. Es dura. El castellanu gastáu es antiguu. No se tardan las cabezas esgonzás. Los de la primer fila (Borrell, Narbona, toos VIPs, escunozo la razón de tal consideración) están cabeciando cumu barquías ena mar picá.
Y en trescurriendo los sús güenos tres cuartos d´hora:
Évate que la prota pon sús ojos en blancu y enseña al públicu sús manos llagás. Aquí es cuando mí tía y mía madre españan de risa en metá-la sala. Lejos de pasar vergüenza (a la que soy muy dáu), comprendí al escape: mí tía y mí madre vivieron en primer persona, en primer línia las aparicionis de Garabandal.
La Virgen aguliendo a cuchu. La Virgen en metá-la cambera. La Virgen ena corraliega, caminando por cima l´antozañu. La Virgen compartiendo los días conas niñas. Cambaliando pol pueblu, a mayuetas, a moras, lanzándose amores que quedan prindáos ena rebeca de lana.
Esa actriz allá, dencima l´escenariu, tinguilitiando cual bailarina de vidiuclip de Beyoncé, las caras de trescendencia ente´l públicu, ési no pistañar.
Mí madre y mí tía riíndose.
Pocu faltó pa que la representación arranara. Sintí vocis de reprebación: el señuríu de los pisos grandes cumu prazas de toros del Paséu Pereda ermos sacáu el veranu, el señuríu que cunduz jaguares blancos, el que visti de lentijuela, el que desplica l´argumentu d´una peli de Lars von Trier cumu quin bebi un vasu augua, el que sabi apreciá-lo que tresmiti Mahler, el que recunoz la diferencia ente miserabilismu y tremendismu, el que cunoz de tomar café a Soledad Lorenzo, el que ha liíu a Santa Teresa de Jesús y que, cumu ya hay confianza, li saca lo de Santa... Pero nadie, estoy siguru, se tomó tan en seriu la obra cumu mí tía y mí madre.
Las coordenás mentalis de mí tía y mí madre jacieron que sú lectura de la obra (la recreación que es la percepción) juera distinta de la del restu d´espectaoris. Pa ellas la obra tinía más dobleces que pal restu de nós.
Juan Mayorga diz que las sús obras son artefactos conos que persigui espertar concencias.
La evidencia de la representación que surdi en mí madre y en mí tía de súpitu (esas llagas de mercrumina, esi tinguilitéu tan fatu), allá, n´esa sala de teatru mal acaldá. La evidencia de la rialidá cumu representación, acá, n´esta sala de teatru mal acaldá qu´es el mundu, la evidencia de nós, tal que actoris, parlando con palabras de otros sobre lo que otros quieren que parlemos. Las fotocopias de vida que vivimos. Los libretos que somos.
La risa es l´alarma del espertaor.
Juí solu, pero allá alcontré a mí tía y a mí madre. Maldita la gracia, jueron a asejase justu enas butacas qu´estaban por tras de la mía.
Espienza la obra:
Custa siguila. Es dura. El castellanu gastáu es antiguu. No se tardan las cabezas esgonzás. Los de la primer fila (Borrell, Narbona, toos VIPs, escunozo la razón de tal consideración) están cabeciando cumu barquías ena mar picá.
Y en trescurriendo los sús güenos tres cuartos d´hora:
Évate que la prota pon sús ojos en blancu y enseña al públicu sús manos llagás. Aquí es cuando mí tía y mía madre españan de risa en metá-la sala. Lejos de pasar vergüenza (a la que soy muy dáu), comprendí al escape: mí tía y mí madre vivieron en primer persona, en primer línia las aparicionis de Garabandal.
La Virgen aguliendo a cuchu. La Virgen en metá-la cambera. La Virgen ena corraliega, caminando por cima l´antozañu. La Virgen compartiendo los días conas niñas. Cambaliando pol pueblu, a mayuetas, a moras, lanzándose amores que quedan prindáos ena rebeca de lana.
Esa actriz allá, dencima l´escenariu, tinguilitiando cual bailarina de vidiuclip de Beyoncé, las caras de trescendencia ente´l públicu, ési no pistañar.
Mí madre y mí tía riíndose.
Pocu faltó pa que la representación arranara. Sintí vocis de reprebación: el señuríu de los pisos grandes cumu prazas de toros del Paséu Pereda ermos sacáu el veranu, el señuríu que cunduz jaguares blancos, el que visti de lentijuela, el que desplica l´argumentu d´una peli de Lars von Trier cumu quin bebi un vasu augua, el que sabi apreciá-lo que tresmiti Mahler, el que recunoz la diferencia ente miserabilismu y tremendismu, el que cunoz de tomar café a Soledad Lorenzo, el que ha liíu a Santa Teresa de Jesús y que, cumu ya hay confianza, li saca lo de Santa... Pero nadie, estoy siguru, se tomó tan en seriu la obra cumu mí tía y mí madre.
Las coordenás mentalis de mí tía y mí madre jacieron que sú lectura de la obra (la recreación que es la percepción) juera distinta de la del restu d´espectaoris. Pa ellas la obra tinía más dobleces que pal restu de nós.
Juan Mayorga diz que las sús obras son artefactos conos que persigui espertar concencias.
La evidencia de la representación que surdi en mí madre y en mí tía de súpitu (esas llagas de mercrumina, esi tinguilitéu tan fatu), allá, n´esa sala de teatru mal acaldá. La evidencia de la rialidá cumu representación, acá, n´esta sala de teatru mal acaldá qu´es el mundu, la evidencia de nós, tal que actoris, parlando con palabras de otros sobre lo que otros quieren que parlemos. Las fotocopias de vida que vivimos. Los libretos que somos.
La risa es l´alarma del espertaor.
jueves, 22 de agosto de 2013
Una tarde de cumpleaños
En la playa de El Madero, que no conocía, las placas tectónicas asoman como anillos de árbol estirados como cables de alta tensión enrollados como brotes estirados como pelos de animal que cuando caen a un charco se convierten en serpientes. Es la jerarquía interna del planeta, que se muestra tal cual es: dura (y además pincha).
El Sol se sumerje en el agua entre dos crestas del acantilado (como una llave inglesa que no da tiempo a cerrar) cuando la Luna asoma su cara de pan (la Luna es una hogaza que se parece a la Luna).
Lo anterior lo he escrito en presente porque pasa siempre, todos los días. El siguiente párrafo lo escribo en pasado:
Giro, el perro de una amiga, se zambulló en el mar justo cuando el Sol decía adiós. Ella aplaudió para que saliera y todos la seguimos y aplaudimos al Sol; no por nada, solo porque está de moda. Justo cuando estaba mirando al perro me pareció advertir un último rayo verde por el rabillo del ojo. No dije nada a nadie.
(mi padre dice que de pequeño vio una vez el rayo verde) (tengo que preguntarle dónde)
Vuelvo al presente:
Los aviones recorren constantemente un camino invisible en el cielo. Se pisan prácticamente las estelas. Es un camino que va en paralelo a la línea del horizonte. El horizonte parece contradecir la naturaleza de un mundo que podría botar. El universo también es curvo, pero no sé si botaría.
Vuelvo al pasado:
Volvimos por el camino abierto en los prados de la rasa litoral, sorteando los agujeros que conectan con el mar. Las simas en la costa (y al fondo se adivina agua) son lo que queda cuando miras al mar haciendo catalejo con las manos.
De vuelta al coche, en el coche, ahora a la altura del Barrio La Sierra de Santander, en la rotonda: parpadean primero para encenderse en un par de segundos todas las farolas. La Luna, llena, parece esperar el momento propicio para dejarse caer y encajar en la rotonda iluminada. Que no es el Sol, pero que en la noche (la Luna, a fin de cuentas, qué sabe cómo es el Sol más que cuando está despidiéndose entre aplausos) ella cree que se le parece.
Conduce Raquel (siempre presente).
El Sol se sumerje en el agua entre dos crestas del acantilado (como una llave inglesa que no da tiempo a cerrar) cuando la Luna asoma su cara de pan (la Luna es una hogaza que se parece a la Luna).
Lo anterior lo he escrito en presente porque pasa siempre, todos los días. El siguiente párrafo lo escribo en pasado:
Giro, el perro de una amiga, se zambulló en el mar justo cuando el Sol decía adiós. Ella aplaudió para que saliera y todos la seguimos y aplaudimos al Sol; no por nada, solo porque está de moda. Justo cuando estaba mirando al perro me pareció advertir un último rayo verde por el rabillo del ojo. No dije nada a nadie.
(mi padre dice que de pequeño vio una vez el rayo verde) (tengo que preguntarle dónde)
Vuelvo al presente:
Los aviones recorren constantemente un camino invisible en el cielo. Se pisan prácticamente las estelas. Es un camino que va en paralelo a la línea del horizonte. El horizonte parece contradecir la naturaleza de un mundo que podría botar. El universo también es curvo, pero no sé si botaría.
Vuelvo al pasado:
Volvimos por el camino abierto en los prados de la rasa litoral, sorteando los agujeros que conectan con el mar. Las simas en la costa (y al fondo se adivina agua) son lo que queda cuando miras al mar haciendo catalejo con las manos.
De vuelta al coche, en el coche, ahora a la altura del Barrio La Sierra de Santander, en la rotonda: parpadean primero para encenderse en un par de segundos todas las farolas. La Luna, llena, parece esperar el momento propicio para dejarse caer y encajar en la rotonda iluminada. Que no es el Sol, pero que en la noche (la Luna, a fin de cuentas, qué sabe cómo es el Sol más que cuando está despidiéndose entre aplausos) ella cree que se le parece.
Conduce Raquel (siempre presente).
lunes, 19 de agosto de 2013
Wenceslao López Albo en Colindres
Wenceslao López Albo fue el primer Director de la Casa de Salud Valdecilla. Pertenecía al círculo de Ramón y Cajal. Fue pionero de la neurocirugía. Murió en el exilio, olvidado, todavía hoy.
Corría el rumor de que había nacido en Colindres.
Encontré una casa aparentemente abandonada (¿okupada?) en la recta que conduce a Laredo, a mano izquierda, más allá del regato Madre, por lo que, teóricamente, ya se trata de Laredo, aunque los de Colindres no están del todo conformes con esta frontera que se interna en El Regatón (un espacio líquido por definición).
En la verja, las iniciales: W. L. A.
Pongo foto:
Corría el rumor de que había nacido en Colindres.
Encontré una casa aparentemente abandonada (¿okupada?) en la recta que conduce a Laredo, a mano izquierda, más allá del regato Madre, por lo que, teóricamente, ya se trata de Laredo, aunque los de Colindres no están del todo conformes con esta frontera que se interna en El Regatón (un espacio líquido por definición).
En la verja, las iniciales: W. L. A.
Pongo foto:
Hombre y corazón
En la jamba de una puerta del barrio de La Cotera (me parece que se llama) de San Sebastián de Garabandal.
domingo, 11 de agosto de 2013
Álbum sentimental (y anodino) de Colindres de Abajo (y 3)
En una de estas casas (creo recordar que en la del centro) vi mi primera película de vídeo: Conan:
Aquí mi primo Yayo me dijo que mi color favorito no podía ser el amarillo, como era, sino el rojo, porque era "el color de nuestro país". Yayo era de Santander.
Aquí levantaba su carpa un cine itinerante. Recuerdo los gritos de Tiburón. Los de la peli y los que provocaba la peli.
En esta salida mi padre pilló el pie a una niña con el Dyan 6:
Ésta era nuestra canasta (entre las dos primeras líneas de hormigón de la pérgola). Aquí antes estaba el jardín de nuestra casa. Nos lo tiraron para construir el jardín de la pérgola.
Álbum sentimental (y anodino) de Colindres de Abajo (2)
Las extrañas formas de la fuente de la Alameda:
Corriendo, aquí casi me degüello con un cable:
Aquí un pastor alemán mordió a mi hermano:
En el solar donde ahora se levanta la grúa que asoma íbamos a buscar pelotas de goma tras las cargas de la policía:
Álbum sentimental (y anodino) de Colindres de Abajo (1)
Desde aquí hice mi primera llamada de teléfono:
Fue a mi padre. Aquí había una pared y detrás un solar. Encontré en él una caja con una camada de gatos recién paridos. Llevé la caja con los gatos a casa. Mis padres me dijeron que los devolviera al lugar donde los había encontrado. Así lo hice. A la mañana siguiente, de camino al colegio, les llevé un poco de leche y una manta vieja. Los encontré muertos.
Fue a mi padre. Aquí había una pared y detrás un solar. Encontré en él una caja con una camada de gatos recién paridos. Llevé la caja con los gatos a casa. Mis padres me dijeron que los devolviera al lugar donde los había encontrado. Así lo hice. A la mañana siguiente, de camino al colegio, les llevé un poco de leche y una manta vieja. Los encontré muertos.
En esta zapatería pedíamos gomas para hacer escopetas (además de con listones y pinzas) y pin-balls.
El de la sombra (¿o mejor llamarlo reflejo de lo que soy?) soy yo.
lunes, 5 de agosto de 2013
Ena cucina
La mí casa tien un balcón orientáu a sur. El suelu es de zinc y cuando pega el sol, alampa. Tengo dellas plantas en tuppers (ó quedarin las tarteras) y vasos de yugur apalambrás de tanta solejá. Asomo y veo a los pájaros trechá-la calli: rilochas las palomas, a estrinconis los jilgueros, los gurriones al corsu, prindás de los airis altos las gaviotas. Pero es ena cucina, que da a norti, a una calleja escura, lóndriga, onde siento las sus vocis: amejan balas que pasan rozando, muellis que se sueltan, cantos cutiendo por baju l´augua, una polea girando. Ena cucina, onde la vida se diz, onde la vida se decidi.
Las ventanas
Adivino que los más de mis vecinos son teleadictos. Con el tamaño de las viviendas, qué remedio. Pero mi casa es muy antigua. Antes de la tele, qué.
viernes, 2 de agosto de 2013
Dueña y señora
Raquel se marchó sola a la boda de una amiga. La amiga había señalado dónde se sentaban los invitados con cartas. Detrás de cada carta, el nombre. Las parejas tenían cartas que dialogaban entre sí: el marinero y el mar, la mano y el guante... de ese tenor. Muy bonitas. Yo me caí del plan a última hora. Quitaron mi carta. Dejaron la suya: un corazón atravesado por una flecha. ¿Cuál sería mi carta? Raquel no lo preguntó. Ya es tarde para saberlo.
Hemos dejado la carta pegada al frigorífico, no para que se conserve a bajo cero, sino para que aplaque el frío con el calor que desprende.
Ex Pasadizo Sarasola
En Santander se conservan muchos de los llamados pasadizos: en la calle Cervantes, en el Río de la Pila, en la calle Vargas, etc. Seguramente hubo muchos más hoy perdidos.
Los pasadizos son públicos.
El Pasadizo Sarasola unía la calle Burgos con la calle San Luis. Pues bien, rehabilitaron el edificio que lo acogía y el ayuntamiento lo ha vendido a la Chocolatería Valor. Con dos cojones (muy a la española). La primera foto está tomada desde la calle Burgos. Atentos al portal que queda a la derecha: le han dejado sin calle. La segunda foto está tomada desde la calle Burgos. Recoge el momento en que dos obreros remataban la faena. Que conste que no creo que sean ellos los culpables; ni siquiera los dueños: lo somos nosotros por entrar a este establecimiento.
La ciudad que va dejando de ser mía
Tras recoger esta mañana una carta manuscrita de Wenceslao López Albo que me estaban enmarcando en Cristmol y que voy a regalar al hombre que ha salvado la vida a mi padre, me dispuse a atravesar los Jardines de Pereda para ir a la exposición que sobre creacionismo y vanguardias literarias ha montado Ediciones La Bahía en el Palacete del Embarcadero, pero me ha sido imposible. Las obras del Centro de Arte Botín me han impedido el paso. He tenido que cruzar la carretera, avanzar por el Paseo Pereda hasta alcanzar el semáforo que está más allá del Banco Santander, volver a cruzar e ir por La Machina hasta el Palacete.
El Palacete estaba cerrado. Solo abren de 18 a 21 h.
Gracias al gracioso paseo por la ciudad promovido por el Centro Botín, he podido ver:
Una pala excavadora de juguete, amarilla, abandonada por un crío al pie de una palmera de los Jardines, un hombre dando de comer a la boca a un perro en la puerta de un bar, un espantajo saliendo del Banco Santander con un periódico económico bien a la vista bajo el brazo, un flipao salido de no sé qué after queriendo bailar de la que andaba, y ni una cosa ni otra, con los cascos puestos, las banderolas españolas aquí y allá indicando que el viento es gallego y que trae nubes, una mujer en descapotable mirando al cielo, una pareja de guiris haciendo una foto por la espalda a un grupo de pescadores que andaban sembrando el pánico en La Machina cada vez que lanzaban la caña, un crío montado en una moto de juguete eléctrica que ya quisiera para sí cualquier cojo, un chica con el brazo derecho atenazado por un bolso de marca, una vieja jugando al roce con su bastón de la que pasaba bordeando los bancos, árboles comidos por el salitre, ni un solo pájaro (gaviotas sí, muchas) y mi sombra proyectada en otras muchas cosas que callo.
Ya se van notando los efectos.
El Palacete estaba cerrado. Solo abren de 18 a 21 h.
Gracias al gracioso paseo por la ciudad promovido por el Centro Botín, he podido ver:
Una pala excavadora de juguete, amarilla, abandonada por un crío al pie de una palmera de los Jardines, un hombre dando de comer a la boca a un perro en la puerta de un bar, un espantajo saliendo del Banco Santander con un periódico económico bien a la vista bajo el brazo, un flipao salido de no sé qué after queriendo bailar de la que andaba, y ni una cosa ni otra, con los cascos puestos, las banderolas españolas aquí y allá indicando que el viento es gallego y que trae nubes, una mujer en descapotable mirando al cielo, una pareja de guiris haciendo una foto por la espalda a un grupo de pescadores que andaban sembrando el pánico en La Machina cada vez que lanzaban la caña, un crío montado en una moto de juguete eléctrica que ya quisiera para sí cualquier cojo, un chica con el brazo derecho atenazado por un bolso de marca, una vieja jugando al roce con su bastón de la que pasaba bordeando los bancos, árboles comidos por el salitre, ni un solo pájaro (gaviotas sí, muchas) y mi sombra proyectada en otras muchas cosas que callo.
Ya se van notando los efectos.
Plantas
Mi portal es uno de los más auténticos de la ciudad:
Pero las flores de los descansillos son de plástico:
Ni aún meneándolas cobran vida, ni moviéndolas dan el pego:
Todas salvo una, ésta:
Curiosamente, es la única planta para la que la vecina pidió permiso: "¿Os molesta?"
Pero las flores de los descansillos son de plástico:
Ni aún meneándolas cobran vida, ni moviéndolas dan el pego:
Todas salvo una, ésta:
Curiosamente, es la única planta para la que la vecina pidió permiso: "¿Os molesta?"
jueves, 1 de agosto de 2013
Buriza
Tengo en el balcón un pequeño jardín compuesto por una flor seca de las que dieron en la última fiesta de la primavera de mi calle, tres helechos también secos cogidos en El Robledal de Todos (Selaya) y una única planta que no está seca: una buriza (desconozco su nombre en castellano). Esta última me la dio un amigo montañés. Él la considera mala hierba. Me dijo su nombre y la arrancó de su huerta. Se la pedí. Me preguntó que para qué la quería. Le dije que quería plantar la palabra. Desistió de seguir preguntando. Me la dio sin más.
Hace años saqué un librito en el que intentaba explicar de forma muy somera las distintas piezas del territorio cabuérnigo a partir de la obra de Manuel Llano. Listuco que soy, identifiqué un prado conocido como La Buriza como una antigua dehesa boyal, es decir, el lugar donde se recogían los bueyes. Metí la pata. La Buriza es, ahora lo sé, un prado donde abunda esta planta.
Tener una buriza en mi balcón y que sea, además, la única planta que no está seca, me ayuda a recordar la necesidad de ser más humilde.
Hace años saqué un librito en el que intentaba explicar de forma muy somera las distintas piezas del territorio cabuérnigo a partir de la obra de Manuel Llano. Listuco que soy, identifiqué un prado conocido como La Buriza como una antigua dehesa boyal, es decir, el lugar donde se recogían los bueyes. Metí la pata. La Buriza es, ahora lo sé, un prado donde abunda esta planta.
Tener una buriza en mi balcón y que sea, además, la única planta que no está seca, me ayuda a recordar la necesidad de ser más humilde.