En el Nansa es común que los
invernales tengan varios propietarios, no tanto en el Saja. Desconozco la razón. Pasa por ejemplo en La Escampaa de San Sebastián de Garabandal (parte es de mi familia) o en Zarceíllu, en la divisoria entre el Saja y el Nansa,
aquí, pero no por ejemplo en Cropia o La Coja,
invernales de Barcenillas,
aquí.
La convivencia en los invernales compartidos nos explicaron dos vecinos de Zarcea que está perfectamente reglada.
El espacio asignado a cada propietario está delimitado por
plantones, que no sé muy bien lo que son pero que parecen ser postes pinados, además de por
cachas, que, tras mucho preguntar, sabemos que son muescas que se hacen con el hacha en las
sollatas,
aquí.
La palabra
cacha emparenta con el primer elemento de la palabra
cachiporra,
aquí. Las
cachiporras son
palos (esta categoría es muy amplia) compuestos por dos elementos: el
porru o protuberancia inferior (que sirve para que no se clave en el animal cuando se lanza) y el
picáu que es por donde se agarra. Para fotos descriptivas de ambos elementos,
aquí.
Precisamente es el picáu la parte representada por el primer elemento de la palabra cachiporra, que emparenta con la cacha de los invernales.
El elemento /cachi-/ de la palabra cachiporra parece claro que procede del latín CAPULUM, "empuñadura". Pero, ¿y cacha? Si la cacha es un recurso propio de los invernales, teniendo en cuenta la cronología de éstos, es probable que cacha derive del primer elemento de la palabra cachiporra, por ser también una muesca, y no directamente del latín.
En una feria cabuérniga unos vaqueros de Mazcuerras nos explicaron que hay palos que se decoran con barru, no se pintan. Se sumergen en lamizas (que ellos empleaban con el significado de turbera, aunque para turbera tenemos la palabra albariza) para que adquieran color, que va desde el marrón al negro.
Son
palos muy valorados y costosos de obtener,
aquí. Es por este motivo que cuando los sumergen no dicen dónde o incluso que los tumben para que no se vean a lo lejos. Estas prácticas explican que algunas de estas franjas de color no sean perpendiculares al
palu, sino oblicuas.
En cachiporras para la venta al turista se remedan estas franjas de barru con pintura negra y a veces también se pintan oblicuas, como reminiscencia del origen de esta decoración (quizá en su día también se hiciera para conferir dureza a la madera) que sigue muy presente entre nosotros.