El documental
Melodías del tacto, dedicado a la trova montañesa, tiene una falla importante: está centrado exclusivamente en la figura del trovador. Cuando se hizo (cuando lo hice) se creía (o creía yo) que la trova existía porque existía el trovador, pero hoy sabemos que no es necesariamente así. La trova existe como realización colectiva, incluso cuando se da la circunstancia de que sea una persona concreta la que cobre protagonismo en su composición: esta la dona entonces al colectivo para que la transforme porque si no se adapta (y la belleza depende también del momento) se olvida. El trovador / artista es una figura contemporánea. Concretamente nació con Masio el de la Hayuela, cuya obra se difundió gracias a las cintas de Benito. Su éxito se explica en el contexto generado por la quiebra del mundo rural tradicional y la irrupción de una nueva lógica comercial. Estamos hablando de los años sesenta o por ahí. De resultas de esta equivocación de base, el reportaje se acerca a la trova desde el trovador, que no es el mejor acercamiento posible.
La única trova que responde a parámetros tradicionales es la que echa Jaime el de Lamiña. Es una trova que se ha publicado creo que en el libro sobre la vaca tudanca de Ramón Villegas como "Trova de Jaime el de Lamiña". Es de Jaime porque es él el que guardaba su recuerdo, no porque fuera él el autor, probablemente, aunque ya no tengamos forma de confirmarlo.
Explico brevemente cuáles son estos parámetros tradicionales de la trova:
Las trovas se componen o
arman empleando una melodía como bastidor. Esta melodía sirve también para memorizarla. La melodía de esta trova de Jaime es específica de trova. Hay más, no muchas más, aunque no sabemos cuántas ni cuáles. También era frecuente emplear melodías compartidas con otros géneros, como la
toná o los
romances, siempre cantados. La estructura de la trova, aquí, marca la diferencia.
La trova lleva melodía en la cabeza, de cráneo hacia adentro. Pero no lleva melodía, no necesariamente, de cráneo hacia afuera, es decir, cuando se verbaliza. Cuando se verbaliza puedes decidir cantarla o no, dependiendo del contexto. En este caso Jaime
romancea la trova, que es decirla con ritmo, colocando los acentos como si la estuvieras cantando, pero sin cantarla. No obstante, hay un punto en que se suceden tres acentos que pertenecen a la lógica de lo cantado, no de lo recitado ni de lo dicho, y Jaime no puede evitar romper a cantar. Fijaos entonces cómo canta: sin aspavientos, para un entorno inmediato. Es así como era. Y como espero siga siendo.
El resto del documental se centra en trovadores que recitan a voz en grito, para que les oiga el público desde el escenario. O bajito, pero pensando en el micrófono. Cuando se cantan, es por partes. Estas partes están pautadas: de aquí a aquí cantado, lo demás recitado. Y las partes cantadas suelen ser
tonás, para que la actuación gane color. Es otra lógica. Una lógica moderna, podríamos decir, adaptada a la sociedad del consumo o de masas. ¿Una lógica espuria? Éste es otro debate.
Dos apuntes más en relación con la trova de Jaime: primero, la importancia del contexto; y segundo, la cuestión de la autoría. Muy brevemente:
Las trovas están apegadas a un momento concreto. Pasa este momento y la trova se olvida. Por eso no tenemos trovas más allá de 1850, porque se han olvidado, como el contexto del que surgieron. La trova de Jaime es una trova muy antigua porque remite a un mundo perdido. Es una trova que ha perdido sus anclajes físicos. Se olvidará pronto. Bueno, no, no se olvidará, que ha quedado grabada. Se recordará, pero fosilizada.
Las trovas suelen servir para corregir comportamientos que se consideran una amenaza para el equilibrio del colectivo. Aquí el peso específico de la comunidad de aldea, con más de mil años en Cabuérniga, se deja notar (más se deja notar en Japón, para el que tenga algo que reclamar, y no les va mal). Hay dos vías, la que podríamos denominar "directa" y la "indirecta". De la primera recuerdo que hace años pedí a un tudanco que me explicara una trova recogida en el libro de W. Christian incomprensible para mí y resulta que tenía que ver con un listillo que quiso segar el verde antes de tiempo. La jugada le salió fatal. La trova que le sacaron era un toque de atención: no te pases de la raya, que te la ganas. Respecto a la segunda vía, la indirecta, comentando ayer por teléfono la trova de Jaime con un amigo cabuérnigo resulta que éste la interpretaba como ejemplo de lo mal gestionada que llegó a estar la cabaña ganadera del valle. De aquellas lluvias estos lodos. La trova de Jaime, para él, para mi amigo cabuérnigo, que está dentro, refleja no solo una realidad, sino una realidad mal gestionada. Ninguna de las penurias que desgrana la trova eran inevitables. La trova, en resumen, y por lo que respecta a este punto, puede criticar directamente y corregir al que mete la pata o va de listillo desde la coerción (vía directa). Pero también puede exponer una realidad para que ésta sea atendida y corregida (vía indirecta), como es el caso de la trova de Jaime.
Por último, respecto a la autoría, la trova solía estar compuesta por dos o más personas. Este grupo no era fijo, es decir, no era un grupo de poetas profesionales o ni siquiera un grupo de personas especialmente atraídas por la cultura. Se juntaban por un interés común y componían o
armaban una trova al respecto, sencillamente. El objetivo solía ser, ya se ha dicho, corregir una desviación del sistema. En este sentido ayudaba, y mucho (es una de sus funciones) la melodía, que era por todos conocida. Cada participante podía componer su parte aparte, trabajando, en la cabeza, o apuntándola en un papel, y luego compartirla en una reunión, una
jila o una
deshoja, por ejemplo, donde se hacía la puesta en común. Autoría sí, pero colectiva. No son trovas anónimas.
Se me escapan las trovas tradicionales hechas por individuos, como la trova de Agüera, que es el largo adiós de un emigrante. No sé cómo interpretar este tipo de trovas. En cualquier caso, sé que éstas estaban sujetas a la manipulación del colectivo: quitar y poner estrofas, cambiar la letra, etc. La de Agüera es una trova de la que ya se han olvidado las estrofas referidas a realidades hoy inexistentes (como llamar arrieros a los bastianos) pero de la que se mantienen frescas las estrofas más atemporales (he ahí el éxito de esta trova, la descripción de un territorio que todavía late). El autor pierde el control sobre su obra cuando la pone en circulación, no sé si de forma consciente o inconsciente. ¿Podemos hablar de autor? ¿Y de obra? Creo que nos faltan categorías.
Por último, señalar que hay otra pieza audiovisual con trovas que responde al mismo contexto:
Con tu piedra.