Y es que nuestro museo de bellas artes ha querido ser lo mismo que el IVAM, cuando el IVAM tiene una genealogía diferente a nuestro museo.
El IVAM nace de la compra de la colección de un escultor afín a Picasso. La España de la Transición necesitaba encajar la pieza de las vanguardias históricas, con las que el Franquismo había roto relaciones, en el relato de la modernidad que empezaba a retomarse, y el IVAM era su cabeza de playa. El IVAM sirvió para recuperar el tiempo perdido, básicamente. En esta tarea le siguió el Reina Sofía, que se inauguró un poco después.
Nuestro museo quiso seguir los pasos del IVAM, por lo existoso, pero se equivocó. Lo que teníamos que haber hecho es seguir los del Museo de Bellas Artes de Bilbao: un museo decimonónico que lejos de sentirse apartado de las corrientes artísticas actuales intenta integrarse en ellas, abriendo nuevos frentes (la inclusión de un nuevo elemento en un sistema supone la redefinición del sistema al completo, es decir, el que se tiene que adaptar no es solo el nuevo elemento, sino el sistema al completo, que se redefine), como el de la identidad o el de la tradición, tan contemporáneos o más que muchos de los que ponen encima de la mesa las vanguardias históricas.
Resultado: El IVAM es un cañón y el Museo de Bellas Artes de Bilbao otro, cada uno a su manera; el nuestro, poca cosa. De hecho, en nuestro museo la Escuela Montañesa, que es de lo mejor que podemos aportar a la historia del arte moderno, apenas está representada. Tened presente que esta Escuela es una traducción local del Romanticismo, una traducción un tanto tardía, cierto es, pero que, por eso mismo, presenta una serie de matices muy evidentes, tanto como contemporáneos, que nos alcanzan directamente, tales como la tensión entre individuo y sociedad, por ejemplo, o la construcción del individuo en lo que le rodea. Estos cabos que nos tiende la Escuela Montañesa nadie los ha hecho suyos. Es solo un ejemplo.
A mí me gustaría que se abordaran los temas candentes de hoy, los globales, desde lo que cada uno es, no desde lo que son otros o, peor aún, desde el artificio que unos pocos, por interés personal, han dicho que somos todos. Seguro que con la Escuela Montañesa en la mano no solo podríamos abrir todas las puertas, cubrir todos los temas "de moda", sino que incluso podríamos condicionar la decisión de qué es interesante abordar, modificar el mapa de intereses comunes, la lista de éxitos (siguiendo la lógica del cambio que se produce en el sistema cuando se incorpora un nuevo elemento, tal y como comentaba antes).
No es que a nuestro museo le haya salido el tiro alto y nos hayamos convertido en una mala copia del Reina Sofía, como se suele decir, es que nuestro museo está infravalorado. Nos hemos equivocado de camino. Si hubiéramos hecho lo correcto (qué facil es hablar a toro pasado) hubiéramos llegado muy lejos, más que a la zaga del Reina Sofía o del IVAM. Si hubiéramos apostado por nosotros mismos, si hubiéramos sido realmente ambiciosos desde lo que somos, hubiéramos podido llegar a ser otros tan importantes como los otros que queremos ser, infructuosamente. Incluso podríamos haber participado en la definición de qué es importante y qué no.
Que tenga que venir Burtinsky con una foto de varios miles de euros a decirnos que el paisaje es una de las claves de la contemporaneidad, teniendo además a Riancho, por ejemplo, metido en un almacén va ya para un siglo, manda narices (y eso que este fotógrafo me encanta).
martes, 18 de febrero de 2014
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