Es un magnífico edificio de tres cuerpos: el central, con dos alturas, y dos espaciosas salas laterales, además de un patio trasero.
Imaginároslo rehabilitado como centro de etnobotánica.
Con etnobotánica no me refiero solo al uso medicinal de las plantas, que es lo que más suena, sino también al uso que se hace de la madera en la construcción de casas (distintas especies para distintas partes de la casa) y, por qué no, también barcos (la tradición sigue viva en el monte Canales de Silió, por ejemplo), la elaboración de aperos (carros, garios, rastillos, la madera de Castilla o garáuja, etc.), mobiliario, juegos (bolos, muñecas, etc.), arte pastoril, etc., incluidos programas decorativos de juchas, alacenas, albarcas, colodras, palos pintos, etc.
Imaginaos ahora dedicar el otro ala a exposición permanente de esculturas relacionadas con el bosque, la madera. Propongo cuatro nombres: los vascos Basterretxea (o Remigio Mendiburu) e Ibarrola, el gallego Leiro y el cántabro Mauro Muriedas (por favor, nada de Eloy Velázquez que me matáis). Su obra seguro que no es barata, pero es necesario que sea potente para que sirva de imán.

La foto está tomada en el Patio Herreriano de Valladolid.
Tendríamos, en suma, dos alas, una dedicada al núcleo duro del centro y la otra a exposición permanente de escultura, más un espacio central que decíamos de dos alturas, al que propongo distribuir del siguiente modo: la planta baja para recepción y servicios básicos, como aseo y taquillas, y la superior para biblioteca del centro.
Semilla de la biblioteca:
Aquí está a la venta el archivo personal de Apolinar Federico Gredilla y Gauna (1859-1919), Director del Jardín Botánico de Madrid y Catedrático de Organografía y Fisiología Vegetales, personalidad notable de la época inscrita en el círculo del cabuérnigo Augusto González de Linares.
Y aquí, archivo personal de Enrique Álvarez López (1897-1961), Jefe de la Sección de Historia de la Botánica y de Ciencias Naturales del Jardín Botánico y Presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural.
Estos dos importantes archivos posicionarían los fondos del centro a un nivel de excelencia que convendría mantener para lograr el éxito del proyecto: tratados de construcción naval de época, de botánica, arquitectura tradicional, obra completa de la familia González de Linares (Gervasio y Augusto, que yo mismo me comprometería a donar), etc.
Asimismo, el centro podría convertirse en motor de iniciativas relacionadas con la arquitectura tradicional (ni siquiera tenemos claras nuestras tipologías), la garáuja (de la que apenas nada se sabe, a pesar de su importancia), catalogación de motivos decorativos (estamos todavía a tiempo de estudiarlos y de estudiar también su distribución antes de que las distintas piezas, como las juchas, comiencen a circular en el mercado y se pierda su adscripción geográfica, pero queda poco), documentación del proceso de construcción de un carru chillón (hay un paisano en Herrera de Ibio capaz), etc., incluso liderar propuestas concretas como la declaración BIC de los árboles concejiles de Cantabria.
En suma, un centro oportuno, exigente pero exitoso en un entorno perfecto.
¿Y por qué no?