Salió a la puerta para ver mejor la foto que le enseñaba en el móvil pero no reconoció el lugar que le mostraba. Aproveché para preguntarle por el
invernal de La Coja (en Barcenillas), que me habían contado de un rayo que le cayó, si era cierto, y sí.
Era tan fuerte la tormenta que él se echó al suelo a escasos metros del invernal. No llegó y eso le salvó. La chispa cayó en una jaya que estaba a la puerta y entró adentro por las raíces, por el suelo. Siete que estaban tumbadas, las siete murieron. Pero las sangraron y solo una tenía la sangre negra. Otra nada más entrar él alendó y eso la salvó. Si no llega a abrir la puerta hubieran muerto todas dentro.
Le pregunto por las piedras del rayo y me dice que no. Que siempre se dijo que las chispas eran bolas de fuego, eso sí.
Las chispas nacen cuando chocan las tormentas.
En Sejos hay muchas tormentas porque está muy alto. Él lo sabe bien. Ha sido muchos años sarruján.
Hay lugares donde caen muchas
chispas. Uno está encima de las cascadas (en Lamiña).
Hay una mata de avellanu muy buena allá. Siendo crío cruzó con su padre a por mangos y se encontraron un fusil de cuando la guerra. Le pregunto por La Cotera´l Práu los Rayos (en Ucieda),
aquí, que ubico utilizando como referencia El Práu la Casa, y me dice que sabe dónde está pero que no sabía que fuera de los rayos.
Cuando le cae una chispa a un roble las raíces se vuelven regueros. Le pregunto y me aclara que se le queman, que las raíces salen al aire quemadas.
Las yeguas también son muy sensibles a la corriente, continúa. ¿Las de aire?, pregunto. No, las eléctricas. Las vacas menos pero también.
Le pregunto por esas cuerdas que a veces encuentro cerrando pasos a los animales. Tienen que ser blancas, afirma. Se tienen que parecer a los pastores eléctricos. Por eso no pasan. Por miedo.