lunes, 21 de mayo de 2018

Amas de cría, cara B

"También estuvo algún tiempo en candelero un factor de la estación, santanderino y mala persona, a quien -dicen que por faltarle un ojo, aunque yo no lo entiendo- llamaban Chubasco, cosa que le irritaba y le abría la espita de los pecados que echaba a borbotones por la boca como vómito de borracho.

Del Chubasco ya me da más que pensar si no seré hijo, porque, además de ser hombre fornido y jayán, parece que se juntaba con mi madre en mitad de la vía, sitio que siempre tuve por muy fecundo, no sé si por los aires del tren o por lo duro del lecho.

Por los tiempos en que mi madre quiso mejorar de situación y hacerse ama de cría, anduvo también al retortero un tal Froilán Quinteiro, de oficio peón caminero y natural de Betanzos (...).

El Froilán había hecho ya algunos favores a ciertas mozas que quisieron prosperar y como tuvo suerte y las dejó bien cubiertas a los pocos intentos, le pusieron por mote el Seguro.

Parece que el Seguro, que estaba cargado de hijos, se ayudaba para mantenerlos decentemente con el sobresueldo que sacaba como semental de las mozas que iban para amas y a quienes se encargaba de convencer su esposa Dorinda, celosa de recabar fondos para la familia.

(...)

Tan pronto como mi madre se encontró conmigo en el vientre se dedicó a cuidarme, cosa que una vez que hube salido jamás hizo, se conoce que para que no me estropease y echara por tierra sus buenos proyectos.

Nací, mamé de los pechos de mi madre durante dos semanas la leche que quiso darme, y como al fin de este tiempo apareció una casa de Salamanca donde la patrona encontró más cómodo dejarme a mí en ayunas que amamantar a su hijo, para allá que se fue, dejándome tirado al amparo de unos pastores que tan escasos recursos tenían como buena voluntad para mi desgracia.

(...)

El primer recuerdo de mi niñez me coloca agarrado a la teta de una cabra, mi madre adoptiva, la que me dio su calor cuando horro de calor estaba, su leche cuando hambriento andaba y sus inclinaciones, cuando inclinarme era fácil de tierno y mamón como era.

Si alguna vez en mi vida me porté mal acháquese a las tendencias que, según dicen, se heredan de las amas."

En Nuevas andanzas y desventuras de Lazarillo de Tormes (en edición de Noguer, con prólogo de José María de Cossío), de Camilo José Cela, año 1963, pp. 33-35.

Esta visión tan dura de las amas de cría no es necesario que sea propia del tiempo en que se sitúa la novela, ni coetánea de Cela, ni, apurando, que sea tan siquiera real y no fruto de su cabeza, que ya sabemos cómo era, lo que no quita para que nos de un toque de atención sobre la posible cara B del modo como era percibida esta profesión.

Me vienen ahora a la cabeza los testimonios de estudiantes de las primeras promociones de enfermeras de la Casa de Salud Valdecilla que cuentan cómo eran tenidas por, de alguna manera, busconas por la sociedad bien de Santander. Busconas en el sentido de buscar un buen arrimo. Se puede leer en el reciente libro de Celia Nespral dedicado a la historia de la Escuela de Enfermería de la CSV. A Manu Herrero, exiliado, y a mí mismo nos lo ha contado personalmente una antigua enfermera, anciana, que no sé si todavía vive.

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