El grupo Cuévano es una de las pocas oportunidades que hemos tenido los cántabros de sabernos modernos. Fue un movimiento de los setenta que trabajaba en torno a la relación entre la tradición y la modernidad, lo político y lo artístico, lo ideológico y lo estético, la realidad sociopolítica y el deseo de transformación por medio de la cultura y el arte. Contaba con un órgano de expresión de igual nombre, Cuévano, que editó cuatro números de 1977 a 1978, hoy inencontrables.
Cuévano, en cierto modo, creció "contra" el grupo que estaba detrás de la revista Peña Labra. De hecho, Isaac Cuende, uno de los promotores de Cuévano, reconoce que Cuévano era un Peña Labra pero al revés, que estaba lleno de todo lo que no cabía en la otra revista.
Somos quienes nos rodea; también somos nuestros contrarios. Qué suerte, crecer frente a Peña Labra. No me extraña que Cuévano fuera tan bueno. Nosotros, sin embargo, tenemos que crecer frente a un montón de cavernícolas acomplejados que no aportan nada más que vergüenza ajena (la que nos dan) desde la universidad, el parlamento, los medios de comunicación, el mundillo de la cultura (que quisieran para sí), etc.
Qué se puede esperar de nosotros con contrarios tan mediocres.
lunes, 26 de diciembre de 2011
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1 comentario:
Creo que exageras. Habría mucho que hablar sobre este y otros mitos locales de la transición. Habría que preguntarse por qué lo que quedó de ellos fue esto que tenemos. Quizá porque no estaba frente a Peña Labra. Quizá era otro Peña Labra. Dicho sea con todo el respeto a las personas y a lo que aportaron, que también trajeron cosas buenas. Pero, insisto, creo que exageras.
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