Fuimos a pasar un día arriba. Le pregunté por un tejo que hay rodeado de piedras haciendo círculo. Es de un amigo que se mató, respondió.
No te habré llorado abajo que he tenido que venir a llorarte aquí ni sé las veces, se lamentó.
Y así asistí al nacimiento de la elegía, a la expresión formulaica pero no por ello menos sentida de la pena de mi amigo por su amigo fallecido.
Cambiamos de tema y seguimos caminando monte arriba. Estaba todo crecido. La niebla prendida de las ramas altas.
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