Yo creía que servían solo para que los músicos no se mojaran, pero no. Cuando subes a uno de ellos y hablas, te das cuenta que hay muchísimo eco. Suplen a los amplificadores actuales. Son construcciones tremendamente funcionales. Ahora me gustan todavía más, si cabe.
El primer kiosko es el de los Jardines de Pereda y el segundo el de la Plaza Pombo, ambos en Santander.
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