Los trascendentalistas (como Emerson o Thoreau) añadieron al inglés solitude un significado que no aparece en el castellano soledad. Para ellos, solitude era la soledad (el estar sin compañía) inmersa en lo vivo. La solitude como oportunidad de experimentar la existencia en lo que nos rodea (el ser en lo otro). Este componente "trascendental" que subyace en solitude no nos alcanzó. Aquí, en España, parece que si estamos solos es para aburrirnos.
En cántabru hay dos palabras interesantes: sólidu y solidez. La primera significa "solo" y "solitario"; la segunda, "soledad". Ambas proceden del latín solidus, a diferencia de solo, solitario y soledad, que proceden del latín solus. No somos una excepción. Nuestra etimología se aproxima al portugués y al resto de idiomas del noroeste peninsular.
Me gusta creer que a partir de un basamento inevitable e incluso deseable (la cultura teje las redes neuronales, redes compuestas por neuronas abiertas a la experiencia, es decir, las neuronas, lejos de condicionar nuestro desarrollo, lo permiten) es el individuo (diría el ciudadano si este término no tuviera hoy una carga ideológica que me gustaría evitar) el que decide lo que uno es. Yo me siento antes heredero de Thoreau que del marqués de Comillas, que traficó con esclavos, por ejemplo, por mucho que el primero viviera lejos y el segundo aquí al lado. Si esto es así, si soy yo quien decido lo que soy, ¿por qué no puedo recuperar el tiempo perdido? Primero trabajar para recuperar la palabra solidez, palabra campurriana (no lo había dicho) pero, desde el momento que lo decida, también mía, no sólo campurriana, mía y de quien quiera hacer lo mismo que yo: apropiársela. Segundo, trabajar para dotar a esta palabra del sesgo aportado por los trascendentalistas a solitude, un sesgo tan potente, tan contemporáneo, tan... (y estoy pensando ahora en los paisanos que encuentras no sabes muy bien por qué en medio de la carretera de un puertu, sin ningún coche a la vista, o sea, que han subido andando, invirtiendo un esfuerzo enorme que, imagino, porque en caso contrario no lo harían, les compense de alguna manera: una explosión de vida en una vida que explota, la primavera, y cada estación su razón) un sesgo, decía, tan... nuestro.
Recuperemos el tiempo perdido. Escojamos nuestra herencia. Enriquezcamos nuestro patrimonio lingüístico. Revivifiquémosle. Reedifiquémonos. Hagámonos mejores.
domingo, 26 de mayo de 2013
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