Se dirige hacia la derecha, hacia adelante, siguiendo el sentido de lectura occidental, mirando a los ojos del que mira la foto, que queda un poco rezagado, dejándole paso. Por la derecha entra la luz, a cuyo foco se dirige. Queda a nuestra espalda, aunque no del todo. Si también queremos alcanzar el foco de luz, basta con que nos giremos y le sigamos (en el lapso de tiempo que dediquemos a girarnos, él ya estará allí, esperándonos). El fondo se divide verticalmente en dos: el que deja atrás, un marrón que podría ser oscuro pero que es claro, y el gris que le espera. El gris no es un color positivo, es un color por hacer, pero éste está bien iluminado. La frontera, el corte entre el marrón claro y el gris iluminado es evidente. Pero todavía hay más marrón que gris, todavía hay más de lo que ya empieza a ser pasado que de lo que está por venir. Cuando llegue al foco de luz, cuando gracias a él recibamos la luz (que, ojo, no nace de él, sino que es él quien nos la facilita; aquí el chico no deja de ser comedido), tendremos noticias, seguro.
La fotografía no está trucada, responde fielmente a la realidad... una realidad que sí lo está.
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