Vivíamos del otro lado de la carretera general. Tenía que esperar a que saliera mi padre de trabajar para volver a casa juntos, no podía cruzar solo. Me quedaba dentro leyendo o jugando en el patio si hacía bueno o en los terrenos de la marisma. Si se me hacía tarde venía a buscarme.
Siguen los dos árboles.
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