Los interesados necesitamos saber también de dónde procede la energía verde que ofertan. Ya no basta que sea solo verde.
No es lo mismo energía verde procedente de un pantano cuya construcción ha supuesto la desaparición de un valle, por ejemplo, o generada por polígonos eólicos que provocan dentera, rayando el cielo de las cumbres pasiegas, que energía verde producida sin afecciones.
Eso tendrían que poder asegurarlo, que se trata de energía no solo verde sino también, digamos, blanca.
Y si no hay quien lo pueda certificar, pues mira, una nueva línea de negocio que pueden explorar.
Pero quedándose como están empiezan a perder interés. El tablero de juego ya no es el mismo.
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