Se fragua una tormenta en Sejos y a nosotros nos encuentra en una de las cimas de enfrente. No nos entretenemos en bajar. De camino nos asustamos porque los animales están bajando todavía más rápido que nosotros, llamándose unos a otros, como madres a la hora de la cena, y también lo hacen los pájaros. Nosotros creemos oír una respiración gigantesca.
Era el cielo.
El sindiu.
La respiración gigantesca del cielo.
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