Cuando sus niños, y remarca el sus, se aburrían en la mesa de pura galbana y no querían comer me sentaban a mí con ellos para que los entretuviera. Se refiere a los nietos de Pereda. Pero yo no podía comer nada, continúa, ni tocar la comida, y si alguien del servicio me daba un pedazo de pan, luego se lo quitaban a él.
Una cría hambrienta, eso era yo.
Lo que eran ellos no lo digo.
Callado está dicho, respondo.
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