miércoles, 24 de octubre de 2012

Pa qué vo a pintalu si soy pa cuntalu

Los obreros y campesinos de la escuela de arte de Chagall pintaron caballos de colores para engalanar las calles el primer primero de mayo. No hubo más. En los años posteriores las autoridades permitieron únicamente retratos de sí mismas.

Reconozco los caballos rupestres pintados de rojo, el color del toro legendario que comparte una cueva del sur de Francia con multitud de pinturas rupestres, los reconozco, decía, en los caballos monchinos de Cantabria o en los pottokak vascos: las patas cortas, la cara aguzada, el perfil combado. Caballos al borde de la extinción.

En Carmona hay una cuadra cuya puerta es una plancha de zinc con páginas de antiguos periódicos impresas cuajada de perfiles de vacas y caballos grabados a punta de navaja. También se reconocen nombres de vecinos con bellas caligrafías.

Los caminos hundidos (¿grabados?) en el terrero, lo que en Galicia se conoce como corredoiras, aquí son camberones.

En las puertas de los invernales hay muchos nombres de vecinos pintados de rojo.

En Campoo he visto utensilios para sangrar a los caballos y beber su sangre, en particular las recién paridas. El chocolate vino después (regalar una chocolatera a una madre después de dar a luz era tan corriente como regalar una cuchara decorada a tu prometida).

La vida de un hombre, según refrán montañés que también ha sido recogido al norte de Italia (información del escritor Erri de Luca), dura lo que tres caballos.

Los caballos se cierran en círculo ante el ataque del lobo.

Qué cuadro, Sr. Chagall.

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