martes, 23 de agosto de 2016

Origen antrópico del encinar costero cantábrico, hipótesis de verano

Adelanto que voy a dar un par de brazadas mar adentro.

Hace poco vi una foto aérea de las obras del campus universitario de Los Castros. Es de finales de los setenta. Las zanjas están abiertas entre encinas. Para el parque de Las Llamas hubo quien quiso recuperar el encinar de origen, pero la respuesta fue negativa. Se adujeron razones económicas: el alcalde de entonces no quiso encinas porque eran baratas, él prefería árboles caros. El alcalde actual ni siquiera quiere árboles porque dice que dan demasiada sombra, que quiere parques, no bosques, así que planta, cuando lo hace, arbustos. En otra foto del Santander del pasado se aprecia el arbolado que había a la altura de Pérez Galdós, en El Sardinero: pinos en primera línea, hacia el mar, probablemente plantados poco antes de hecha la foto, y encinas por detrás, poblando la colina.

Estas encinas santanderinas extintas emparentaban con las que se extienden por toda la costa cantábrica: en Liendo, Santoña, Castro, etc., son espectaculares.

A estas encinas se las tiene por relictas, es decir, árboles que están aquí, entre nosotros, desde otro tiempo climático. Han sobrevivido como los alcornoques en Liébana (a los que se les llama sufras): porque hay lugares como islas que resistieron al cambio climático que hizo desaparecer a encinas y alcornoques del norte. Son, pues, testigos de otro clima, fósiles vivos, recordatorios de hoja perenne unos, caducifolios otros.

Sin embargo, Ortega Valcárcel, ex Consejero de Medio Ambiente de Cantabria, Catedrático en las universidades de Cantabria y Valladolid, autor de textos tan relevantes como Gentes de Mar en Cantabria (1996), "Cantabria: Los procesos de construcción de un espacio regional" (1984), "El paisaje como construcción: El patrimonio territorial" (2000) o "Áreas de montaña: De la supervivencia a la integración" (2004), me desveló en el transcurso de una conversación que el encinar en Cantabria sospechaba era antrópico, es decir, que sí, que las condiciones clímáticas, el suelo, etc., despejan muchas incógnitas, pero no todas. Probablemente el encinar costero cantábrico tuviera su origen en el ser humano, concluyó el profesor, que en su momento, el que sea, pero remoto, el encinar tuviera algún tipo de utilidad, pero que se le escapaba cuál.

Anoche estaba repasando un texto de García y Bellido donde se recopila las características que Estrabón aplicaba a los norteños, de Galicia a los Pirineos, y entre ellas destaca hacer pan con bellota de encina. Los medievalistas aseguran que Estrabón se equivocó, que no eran bellotas de encina, sino de roble.

Abro un paréntesis: bellota en cántabro es lande, del latín GLANDEM, a diferencia del castellano bellota, que viene del árabe BALLUTA, encina. Una prueba más de que el cántabro es castellano mal hablado.

Pero y si Estrabón no estaba equivocado.

¿Por qué el encinar costero cantábrico no puede ser entendido como un cultivo de bellota de encina de proporciones gigantescas? Al menos como posibilidad. No sería la primera vez que topamos con una manipulación del reino vegetal a esta escala. Recordad la línea de tejos que transcurre, todavía hoy, de Liébana a la costa, donde se diluye, y de la que di noticia aquí. Yo mismo he visto esta línea a indicaciones de los vecinos de Cosío, que fueron quienes me dijeron de su existencia, en la que creen desde antiguo.

¿Por qué no un macrocultivo de bellota de encina en la costa, aprovechando que las condiciones naturales son favorables?

Como decía al principio, me he metido hasta no tocar fondo.

No hay comentarios:

Archivu del blog