jueves, 11 de agosto de 2016

Se construye un piso dentro de una casa tradicional bretona, siglo XIX, y por qué las casas montañesas abren sus vanos por el muro corto y no por el largo como en el resto de la Fachada Atlántica

Leo en la novela Pescador de Islandia de Pierre Loti, año 1886, radicada en la costa bretona, lo siguiente relacionado con la incorporación de cuartos en las casas tradicionales, proceso que también nosotros vivimos gracias, en mi opinión, a la bonanza que trajo consigo el maíz indiano y que se encarnó en los cuartos del portal y en los cuartos asociados a la salona del primer piso:

"Ahora pasaban menos apuros sobre todo gracias a que un pecio que su padre había encontrado en la Mancha y cuya venta les había procurado diez mil francos, una vez deducida la parte que correspondía al Estado. Aquello les permitió construir un piso en la casa, que se hallaba al final del pueblo de Ploubazlanec, en el límite de las tierras, en la aldea de Pors-Even, dominando la Mancha, con una hermosa panorámica."

"En la casa se respiraba un ambiente cordial y las mejillas sonrosadas de los niños dejaban traslucir su buena salud. Se esmeraban en complacer a Gaud, como a una bella señorita cuya visita era un honor para la familia. La hicieron subir a la habitación de arriba, que era el orgullo de la casa, por una escalera de madera blanca totalmente nueva. Gaud recordaba muy bien la historia de la construcción de aquel piso; fue después de que Gaos padre y su primo, el patrón, encontraran los restos de un barco abandonado; Yann se lo había contado la noche del baile. La habitación, construida gracias a la venta del pecio, era bonita y alegre, de un blanco resplandeciente; había en ella dos camas a la moda de las ciudades, con dos cortinas rosas con grandes flores; y, en medio, una gran mesa. (...) Le hubiera encantado saber dónde dormía Yann, pero no se atrevió a preguntarlo. De niño, evidentemente, habría dormido abajo, en alguna de las viejas camas plegables en forma de armario. Pero, ahora, quizá dormía aquí, entre aquellas bonitas cortinas de color rosa."

Pongo foto de casa actual en el pueblo de Ploubazlanec:



Son casas, éstas y otras tradicionales de la Fachada Atlántica, solitarias y, por consiguiente, con libertad para abrir los vanos en el muro largo, una buena opción cuando el sol es poco. Es lo mismo que ocurre con los caseríos vascos o cántabros de la cuenca del Asón-Agüera. Las casas tradicionales montañesas, sin embargo, se abren por el muro corto y se unen a las vecinas por el muro largo haciendo hilera. Esto es así por influencia de la comunidad, del urbanismo (si es que no se incurre en contradición al hablar de urbanismo rural).

En cualquier caso, tengo para mí, y es algo en lo que voy avanzando poco a poco, que las casas montañesas llanas también abrían por el muro largo, pero que fueron perdiendo progresivamente esta característica al hacer de cada casa llana (a la izquierda vivienda -abajo- y secadero -arriba- y a la derecha cuadra -abajo- y pajar) al menos dos, derecha e izquierda, si no más, estrechándose. A lo anterior se suma que a las casas llanas solas se van añadiendo, a medida que crece la familia (proceso que puede tener que ver con la ruptura de las familias extensas), nuevas casas laterales y que otras llanas nacen ya en forma de hilera (como un bloque de vecinos pero tendido, quizá asociado a familias extensas aún sin romper), por ejemplo en Lamiña, Terán, etc., pueblos que deberíamos cuidar como oro en paño.

Que digamos, en conclusión, que la casa montañesa abre por el muro corto es cierto, hoy, pero no lo fue en origen, ni es válido para las desgraciadamente pocas casas llanas que conservamos, que, debido a nuestra falta de memoria, o de conocimientos, creemos que son algo aparte, cuando no es así: son la semilla, el germen de lo que conocemos hoy. Una semilla de la que, por cierto, no conocemos su procedencia, de dónde viene.

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