Coincidimos en una de las bocacalles que desembocan en mi antiguo colegio, que habíamos ido de paseo, a la hierba todavía no le había dado el suficiente sol como para que tuviera toda el mismo color, nos le encontramos descargando el maletero del coche, y charlando nos dijo que un familiar suyo se había comprado una de las casas de los pescadores, de las de detrás de la casa de los maestros, en el Barrio Moscú, que se decía. En el pueblo ya no quedan más, ya no hay viviendas disponibles, dijo.
También que se había incendiado el último restaurante donde se comían sardinas asadas.
Aquí ya no cabemos, eso dijo.
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