En ese papel posado en la pusiega de la chimenea de casa está el contacto del señor que vende dibujos originales de Santiago Ramón y Cajal.
Los descubrimos en el Rastro de Madrid. El de la tienda pedía unos doscientos por dibujo. Tenía una carpeta llena. No nos decidimos a comprar ninguno.
Más tarde apareció la noticia en El País.
Pasado el tiempo volví con la idea de comprar al menos uno. Lo hice con mi madre y mi tía, que aprovecharon el viaje. Todo se lio y no tuve ocasión.
Regresamos después Raquel y yo pero la tienda ya no estaba. El dueño había abierto otra que encontramos preguntando. Ya apenas le quedaban dibujos. Nos sacó varios y estaban con la tinta corrida, eran poco más que garabatos o resultaban sospechosos. Pedía además el doble por cada uno. No compramos nada pero nos guardamos el contacto.
Es ese.
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