Venía uno guiando las vacas. No hace falta pegarlas. Otro que se adelantó para cubrir una pista que subía por donde no era. Otro atrás.
Cuando pasaron, el último paró en el bar donde estábamos.
A este le seguían tres perros-lobu que se movían como drones. Se quedaron a la puerta, esperando. En la foto solo salen dos. El otro se había quedado a una distancia prudencial observándonos.
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