domingo, 10 de febrero de 2013
Retorno
Vengo impregnado de humo. Las cenizas quedaron atrás, en Cabuérniga. Vengo sin hambre. Estuve comiendo en la posada El Puente de Carmona hasta el sofoco. Llego a Santander y me lanzo a tomar un café. Estoy tomando estas notas en el bar El Rincón, el mítico bar donde recalaba mi abuelo Nardo. Donde lo hacían todos los cabuérnigos cuando venían a Santander. Lo encontré por casualidad, dando vueltas hoy domingo. Lo han reabierto. Está Chayanne en los altavoces. Mucha luz, todo blanco, espejos y pinchos a un euro, lo mismo que cuesta el café.
Güelito:
Soy tu periscopio.
Güelito:
Soy tu periscopio.
viernes, 8 de febrero de 2013
Ex-futuros
Vivió a finales de los noventa en Berlín, un año estuvo, con una beca, y al terminar regresó, pero lo hizo siendo otro, el que volvió era berlinés, un berlinés finisecular pero aquí, en su ciudad natal antes de su estancia en Berlín y que hoy considera la de acogida: Santander.
Diez años aquí siendo de allí: cómo afecta a un berlinés que disfrutó la estela de la (re)unificación (ese re- no deja de tener un componente ideológico subterráneo) la crisis actual de España, cómo el hablar a gritos en los bares, a él, tan modoso, cómo la ausencia de clubes de música electrónica o de museos de arte contemporáneo (si el menos es más, aquí, en Cantabria, el MAS es menos) o el ser el único que se cree lo de ir al trabajo en bici (¿pero qué trabajo, si está en el paro?) o el único con plantas aromáticas en casa para cocinar.
Regresó hace poco a Berlín. Lo hizo de visita. Tardó en hacerlo porque en el paro cuesta ahorrar, lo sabemos. No quito que albergara cierta esperanza de quedarse.
Pero, ¿qué hace un berlinés de finales de los noventa en Berlín, en el Berlín de hoy? Todo ha ido cambiando distinto a él, que cuando se ha visto obligado a cambiar, aquí, no sin sufrimiento, lo ha hecho en otra dirección.
No es que este chico sea anacrónico. Es que viene de un futuro que no llegó a ser.
Sería genial saber retratar de algún modo esta distancia psíquica que encarnan antiguos erasmus, emigrantes y exiliados varios.
Diez años aquí siendo de allí: cómo afecta a un berlinés que disfrutó la estela de la (re)unificación (ese re- no deja de tener un componente ideológico subterráneo) la crisis actual de España, cómo el hablar a gritos en los bares, a él, tan modoso, cómo la ausencia de clubes de música electrónica o de museos de arte contemporáneo (si el menos es más, aquí, en Cantabria, el MAS es menos) o el ser el único que se cree lo de ir al trabajo en bici (¿pero qué trabajo, si está en el paro?) o el único con plantas aromáticas en casa para cocinar.
Regresó hace poco a Berlín. Lo hizo de visita. Tardó en hacerlo porque en el paro cuesta ahorrar, lo sabemos. No quito que albergara cierta esperanza de quedarse.
Pero, ¿qué hace un berlinés de finales de los noventa en Berlín, en el Berlín de hoy? Todo ha ido cambiando distinto a él, que cuando se ha visto obligado a cambiar, aquí, no sin sufrimiento, lo ha hecho en otra dirección.
No es que este chico sea anacrónico. Es que viene de un futuro que no llegó a ser.
Sería genial saber retratar de algún modo esta distancia psíquica que encarnan antiguos erasmus, emigrantes y exiliados varios.
jueves, 7 de febrero de 2013
Así es, también aquí
"Los estados totalitarios utilizan la corrupción moral de cada uno de los individuos para conseguir sus objetivos". Angélica Liddell
miércoles, 6 de febrero de 2013
Negro sobre blanco
Me llama mi jefe:
"Hay un destacado intelectual de la izquierda cántabra [ésto con sorna, aunque sí es cierto que es un tipo con cierto predicamento entre la izquierda que se dice de por aquí] que quiere que le publiquemos un libro; por favor, atiéndele. Pero cuidado, que le gustan mucho las perras".
El tal libro eran las obras completas de un autor del que se celebraba por entonces no recuerdo qué aniversario (bueno, sí me acuerdo, pero no voy a dar tantas pistas). En seguida me dí cuenta de que el intelectual no tenía ni idea del autor que decía haber estudiado; simplemente vió en la conmemoración una oportunidad... de ganar dinero.
El intelectual se ocuparía de todo. Nosotros solo de pagar: por la edición crítica (ejem...), por la maquetación, por la impresión, por la distribución, etc. Mi papel se limitaría a gestionar las facturas; o éso es lo que pensaba él.
Lo que pedía superaba con creces el límite administrativo, fijado en 18.000 € (tres millones de pesetas). Ésta es la cantidad que la administración puede acaldar sin tener que dar excesivas explicaciones. El intelectual pedía bastantes decenas de miles de euros más.
"Imposible", le dije en la primera reunión. Y al intelectual, como buen intelectual que es, se le encendió una bombilla (no sé si las tenía todas apagadas hasta entonces): me propuso (1) pagarle el tope administrativo y (2) que le diéramos el premio nacional que la entidad para la que yo trabajaba, una entidad pública, otorgaba cada año a trayectorias profesionales destacadas, un premio dotado con una cuantía económica importante. O sea, el tope administrativo, el dinero del premio y el propio premio (muy prestigioso). Yo la verdad es que hasta llegué a sonrojarme.
Por supuesto, el libro no lo publicamos ni el personaje se llevó nada al bolsillo.
Lo que sí publicamos fue una pequeña colección de textos recuperados de la prensa de época que hacían referencia al autor del aniversario, nunca textos del propio autor. El autor, tengo que decirlo, es una de mis debilidades; quizá porque sea de mi mismo valle. Se trataba de una colección de libros electrónicos en todo gratuitos. El proyecto era coste cero.
El intelectual se enteró: de que no le íbamos a publicar el libro y de que yo había puesto en marcha "mi" colección. Se sintió gravemente traicionado. Me escribió varios correos durísimos al más puro estilo capo. Todavía pedía explicaciones; no, las exigía. Acostumbrado que lo tenían. Y lo siguen teniendo (en la UC).
Putos intelectuales progres sacacuartos.
Me llama mi jefe:
"Oye, que me ha llamado nuestro amigo el intelectual. Me ha pedido que te despida. Ni caso. Enhorabuena."
Mi jefe, a pesar de todo, era de los buenos.
No quiero olvidarlo.
"Hay un destacado intelectual de la izquierda cántabra [ésto con sorna, aunque sí es cierto que es un tipo con cierto predicamento entre la izquierda que se dice de por aquí] que quiere que le publiquemos un libro; por favor, atiéndele. Pero cuidado, que le gustan mucho las perras".
El tal libro eran las obras completas de un autor del que se celebraba por entonces no recuerdo qué aniversario (bueno, sí me acuerdo, pero no voy a dar tantas pistas). En seguida me dí cuenta de que el intelectual no tenía ni idea del autor que decía haber estudiado; simplemente vió en la conmemoración una oportunidad... de ganar dinero.
El intelectual se ocuparía de todo. Nosotros solo de pagar: por la edición crítica (ejem...), por la maquetación, por la impresión, por la distribución, etc. Mi papel se limitaría a gestionar las facturas; o éso es lo que pensaba él.
Lo que pedía superaba con creces el límite administrativo, fijado en 18.000 € (tres millones de pesetas). Ésta es la cantidad que la administración puede acaldar sin tener que dar excesivas explicaciones. El intelectual pedía bastantes decenas de miles de euros más.
"Imposible", le dije en la primera reunión. Y al intelectual, como buen intelectual que es, se le encendió una bombilla (no sé si las tenía todas apagadas hasta entonces): me propuso (1) pagarle el tope administrativo y (2) que le diéramos el premio nacional que la entidad para la que yo trabajaba, una entidad pública, otorgaba cada año a trayectorias profesionales destacadas, un premio dotado con una cuantía económica importante. O sea, el tope administrativo, el dinero del premio y el propio premio (muy prestigioso). Yo la verdad es que hasta llegué a sonrojarme.
Por supuesto, el libro no lo publicamos ni el personaje se llevó nada al bolsillo.
Lo que sí publicamos fue una pequeña colección de textos recuperados de la prensa de época que hacían referencia al autor del aniversario, nunca textos del propio autor. El autor, tengo que decirlo, es una de mis debilidades; quizá porque sea de mi mismo valle. Se trataba de una colección de libros electrónicos en todo gratuitos. El proyecto era coste cero.
El intelectual se enteró: de que no le íbamos a publicar el libro y de que yo había puesto en marcha "mi" colección. Se sintió gravemente traicionado. Me escribió varios correos durísimos al más puro estilo capo. Todavía pedía explicaciones; no, las exigía. Acostumbrado que lo tenían. Y lo siguen teniendo (en la UC).
Putos intelectuales progres sacacuartos.
Me llama mi jefe:
"Oye, que me ha llamado nuestro amigo el intelectual. Me ha pedido que te despida. Ni caso. Enhorabuena."
Mi jefe, a pesar de todo, era de los buenos.
No quiero olvidarlo.
Si-mientes
Alcuérdome del mí tíu Nel, bastianu, dijéndome que un día de tormenta él bía vistu a los peces nadar por cima l´augua´l ríu. La capacidá de tresponer el mundu rial é-la similla del arte.
Comilonas
Publica hoy El Mundo facturas de algunas de las comilonas de la coalición PSOE / PRC: lubinas a la sal, vino Muga, etc.
Recuerdo haber estado en una de estas comidas tras una inauguración. Fue en Vega de Pas. Pedí el menú del día. Me miró la jefa de gabinete. Me dijo con cara de extrañeza: "que paga la Consejería". Insistí en pedir el menú del día.
Pero qué pringao soy. Para lo que me sirvió después... para nada, más bien para recibir palos.
Recuerdo haber estado en una de estas comidas tras una inauguración. Fue en Vega de Pas. Pedí el menú del día. Me miró la jefa de gabinete. Me dijo con cara de extrañeza: "que paga la Consejería". Insistí en pedir el menú del día.
Pero qué pringao soy. Para lo que me sirvió después... para nada, más bien para recibir palos.
lunes, 4 de febrero de 2013
100%
Escumienzo a leer un libru que compré esti sábadu en Bilbao: 100% Basque, es sú títulu. Ha síu premiáu col Euskadi de Literatura en 2002. Sú autora, Itxaro Borda, es de Baiona. Es un libru raru, divirtíu, con ganchu, un libru pa mascuñar. Copiu un párrafu tomáu de la página 17:
"Formamos una tribu, insisto, justamente en un momento en que el mundo civilizado desaprueba esa forma de organización social y atribuye a la tribalizacíón significados negativos: al parecer, la tribu, tribu rota, plural, cuatrilingüe, fragmentada, desgarrada siempre entre gustos diferentes, está en contra de la sociedad de consumo que nos globaliza. Curiosamente, el lugar que mejor simboliza materialmente la desaparición de nuestra tribu en el supemercado; la posibilidad de comprar, y el acto mismo de la compra, nos convierten en miembros de una sociedad de consumo masculina y, de repente, nos encontramos solos: es la gran victoria. Una vez por semana llenamos el carrito hasta los topes y, a la hora de pagar, nos ponemos a la cola con la tarjeta de crédito preparada en la mano, exhibiendo nuestros posibles: el carácter foráneo de los miembros de la tribu puede percibirse en medio de esa gente cuya única preocupación es qué cocinar ese mediodía. Las características de la tribu se van erosionando, y eso hace que corramos el riesgo de volvernos esquizofrénicos. Por ejemplo, no hace mucho, estaba esperando frente a la dependienta de la sección de quesos del supermercado para pedir un trozo del mejor que tuvieran cuando, pese a ser yo la primera de la fila, atendió antes a un hombre recién llegado que hablaba en puro y hermoso francés, mientras me susurraba, frunciendo los labios:
-¡Espera un poco, que tengo gente!"
"Formamos una tribu, insisto, justamente en un momento en que el mundo civilizado desaprueba esa forma de organización social y atribuye a la tribalizacíón significados negativos: al parecer, la tribu, tribu rota, plural, cuatrilingüe, fragmentada, desgarrada siempre entre gustos diferentes, está en contra de la sociedad de consumo que nos globaliza. Curiosamente, el lugar que mejor simboliza materialmente la desaparición de nuestra tribu en el supemercado; la posibilidad de comprar, y el acto mismo de la compra, nos convierten en miembros de una sociedad de consumo masculina y, de repente, nos encontramos solos: es la gran victoria. Una vez por semana llenamos el carrito hasta los topes y, a la hora de pagar, nos ponemos a la cola con la tarjeta de crédito preparada en la mano, exhibiendo nuestros posibles: el carácter foráneo de los miembros de la tribu puede percibirse en medio de esa gente cuya única preocupación es qué cocinar ese mediodía. Las características de la tribu se van erosionando, y eso hace que corramos el riesgo de volvernos esquizofrénicos. Por ejemplo, no hace mucho, estaba esperando frente a la dependienta de la sección de quesos del supermercado para pedir un trozo del mejor que tuvieran cuando, pese a ser yo la primera de la fila, atendió antes a un hombre recién llegado que hablaba en puro y hermoso francés, mientras me susurraba, frunciendo los labios:
-¡Espera un poco, que tengo gente!"
Cantabria apiñonada
Se sabía que un tal Piñeiro salía en los papeles de Bárcenas. El PP cántabro arguyó que piñeiros hay muchos en España, que no tenía por qué saber quién era, que no tenía por qué ser necesariamente el suyo, por mucho que éste, el Piñeiro pepero, fuera vecino de escaño de Bárcenas en el Senado. El domingo El País publicó los papeles. Aparecía Piñeiro, sí, pero también, y más si cabe, "Cantabria". Me consta que los del PP tampoco saben de quién se trata, quién es.
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