No les estaba permitido sentarse en las sillas de plástico para los clientes; tenían que acuclillarse en la parte de atrás, en esa postura encorvada tan propia de los criados de cualquier parte del país. Mi padre nunca se ponía en cuclillas, lo recuerdo muy bien. Prefería permanecer de pie, por mucho tiempo que tuviera que esperar y por incómodo que se le hiciera. Yo me lo encontraba allí, sin camisa y normalmente solo, tomando té y reflexionando."
De El Tigre Blanco (Roca, 2009) de Aravind Adiga, p. 29.
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