miércoles, 22 de octubre de 2014

Una separata del Dr. Lafora

Estoy en Madrid. Salgo de una reunión en el ministerio. Ha terminado antes de lo previsto. Tengo dos horas libres. Voy raudo a La Central del Reina. Es martes: cerrada. Cojo un metro y voy a Sol. Entro en una librería anticuaria que hay detrás de El Corte Inglés. Esta librería no tiene todo su fondo volcado en internet, lo que sirve de aliciente para no perdonar una visita, siempre que puedo.


Pido el mazo de fichas de medicina. Entra a los pocos minutos una familia argentina que lo pregunta todo: cuál es el libro más antiguo ("tenemos un catálogo con cincuenta incunables, si quieren se lo pueden llevar", como una invitación a marcharse), cuál el más raro ("todos lo son", como una invitación a marcharse), si tiene algún beato ("no que no sea facsímil", como una invitación a que se marchen de una vez). Me molestan pero callo y sigo a lo mío. Voy apartando las fichas que me llaman la atención: una separata del primer número de Anales de Neurobiología dedicada al alzheimer, un librito de un higienista santanderino olvidado, el discurso de ingreso en la academia del Dr. Pittaluga, etc. La chica que atiende es joven y tiene aguante. Yo a los argentinos ya los habría echado. De hecho, estoy deseando que la chica lo haga. Pero no hace falta porque pronto se cansan, pliegan su Trivial Pursuit viviente y se marchan por su propio pie, sin que haga falta que les echen, a otra parte. Entonces aparece una señora de la trastienda.

- Buenas tardes.
- Buenas.

Tarde para vigilar, pienso. Aunque a lo mejor resulta que el que despierta sospechas soy yo, y no los argentinos. Pronto me doy cuenta que no, que lo que está es un poco desnortada, que entra y sale ora para coger un libro,

- Buenas tardes.
- Buenas.

ora para devolverlo a una estantería que no es,

- Buenas tardes.
- Buenas.

Me gustaría llevármelo todo, pero no tengo dinero, ni mi institución ni yo. El mundo real es así. El de los cromos, no sé. Me decido por una separata de Lafora de la revista Archivos de Neurolobiología, años veinte, una joya. Devuelvo el mazo, saco la cartera y la señora coge la separata para meterla en un sobre. Oigo entonces un leve crujido. Date, seguro que la ha trabado con el sobre y la cubierta se ha ajado. La señora se apresura a cerrarlo. No, no hace falta que lo cierre, digo con mal tono. La chica parece no haberse dado cuenta. La señora me mira. Está desolada. No es que vaya a perder el empleo, probablemente sea la madre de la chica, incluso la propietaria, no se trata del miedo a quedarse en el paro, pues, de lo que se trata es de que la hija, si llega a enterarse, le va a pedir que se aparte, que se quede en casa, es que por favor, mamá. De lo que se trata es de que la hija va a perder la confianza en ella.

Pago, cojo el sobre, doy las gracias y me voy.

- Buenas tardes.
- Buenas.

No he tenido fuerzas para sacar la separata del sobre hasta un día después, es decir, hasta hoy. Lo acabo de hacer ahora, de hecho. Efectivamente, la cubierta está ajada. Así pues, tengo una separata muy valiosa que estaba nueva y que ahora está rota.

Pero la señora tiene mucho más. Me alegro de haberme callado y así haber contribuido a que lo conserve.

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