Hace años Veceru me regaló un libro poco conocido del autor cabuérnigo Delfín Fernández titulado Pos vereis, que no ha sido puesto de nuevo en circulación desde la primera edición de 1899. Se encuentra disponible en la Biblioteca Municipal de Santander. No se puede sacar pero es breve. Se lee fácil de una sentada. Recomendable.
Uno de los capítulos se titula "La piedra del diablo". La roca del título presenta trazas de estar trabajada, aunque el autor no entra en detalles. Se encuentra a orillas de un río cabuérnigo, no especifica cuál. En resumen, el capítulo trata de una pareja obligada a dar un rodeo enorme para moler el maíz en el molino que estaba justo enfrente de casa, al otro lado del río. En esto una noche el marido, harto de tanta caminata, dice estar dispuesto a dar el alma al diablo por un puente: dicho y hecho, esa misma noche el diablo comienza a construirlo. Astuta, para frenar las obras demoníacas, la mujer baja al portal y pone una vela a la puerta del gallinero. El gallo, creyendo que amanece, canta tres veces y el demonio huye dejando tras de sí un intenso olor a azufre, y la piedra plantada a orillas del río. La leyenda guarda similitudes evidentes con la de los Cantos de la Borrica de Sejos y otras recogidas por Jesús García Preciado. Precisamente a este investigador le comentaba el otro día sobre este capítulo del libro de Delfín y me dijo que no conocía la leyenda, pero que, pese a no ser el autor folklorista, tenía toda la pinta de haber sido recogida de la tradición oral del valle.
El otro día remontamos Raquel y yo el río Barcenillas, según su denominación oficial, que los vecinos llaman Lamiña: el que conduce a Las Cascadas o Úrsola. En uno de los prados de la ribera topamos lo siguiente:
Los árboles del fondo marcan el curso del río. Lo que se ve en primer término es un muro de piedra en seco tomado por la hiedra, algo que suele evitarse porque, se dice, impide el paso del aire entre las piedras con el consiguiente riesgo de que el muro se caiga. El muro de piedra en seco se dice moriu, la hiedra aráu (el arado aladru) y cuando una pared de este tipo se viene abajo que se esborrega (si se viene abajo una persona se dice que se arrana).
En la cara que queda a la derecha de la foto, la que mira al nacimiento del río, hay unos a modo de peldaños que parecen tallados. Se sube por ellos a la punta de la roca en un suspiro.
Preguntamos a un vecino que nos dijo de unos castros conocidos como Tejea donde cuenta la leyenda que vivían las anjanas de Lamiña. Lo pongo aquí para no olvidarlo.
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