jueves, 26 de diciembre de 2019

Dejad a las cuevas en paz

Qué horror, qué error el presidente de todos los cántabros haciéndose la ola a sí mismo en la cueva de El Soplao.

Las cuevas son lo que son, no necesitan ser otra cosa.

Si alguien quiere disfrutar de lo que son las cuevas, que lo haga. Y si no puede habrá que ponerle remedio, pero respetando lo que las cuevas son.

Y si a alguien no le vale lo que son las cuevas, es que no las necesita. En ese caso, por favor, que pase de largo, que no las fuerce. Y menos en nombre de todos.

Montar misiones marcianas o conciertos dentro de una cueva es una aberración, además de lesivo. Nos pone en el mapa, como gusta decir, pero para mal. No firmar los convenios europeos de protección de murciélagos, por ejemplo, a nadie se le escapa el porqué, es una vergüenza. Una de tantas.

Y es que siempre pasa: se da un paso atrás para evitar problemas, para no forzar la situación, por dar margen de maniobra al otro, que pueda corregir. Pero se toma como debilidad y los malos lo aprovechan para dar una vuelta más de tuerca. No es ya que se hagan conciertos en la cueva. Es que se hacen conciertos para mayor loa de un político. ¿Qué será lo próximo? ¿Os acordáis de cuando Marcano regalaba excéntricas de la cueva a sus colegas? No deberíamos consentirlo.

Es por este tipo de cosas que estoy muy en contra de abrir aunque sea mediante cupo mínimo la cueva de Altamira: porque en cuatro días estarán entrando los políticos, los amigos de los políticos y todos aquellos que se creen que lo merecen, lo que sea, lo que les apetezca, y que el mundo no es más que un escenario para sus peripecias. No se puede dejar abierto ni un resquicio, desgraciadamente, y no se puede por su culpa.

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