lunes, 3 de noviembre de 2014

Casas efímeras, MUPAC in itinere, tradiciones locales de la noche de los difuntos, una piedra y nuevo testimonio del bombardeo nazi de Santander de 1936

(1)

Cuando era pequeño me gustaba levantar casetos. En casa, en la calle, donde fuera. Recuerdo que un día encontramos montones de azulejos. Dibujamos un rectángulo en el suelo con ellos. Nos sentamos dentro. Comenzamos a cantar la canción de la Virgen de la Cueva: "que llueva, que llueva..."

Rompió a llover.

Aplaudimos.

Vinieron nuestras madres y nos sacaron de allí.


Pasera con adoquines hecha por niños en el Barrio Pesquero.

(2)

El Museo de Prehistoria estaba en la antigua sede de Diputación, en Puertochico. Este edificio era de Gonzalo Bringas, el mismo arquitecto encargado de la Casa de Salud Valdecilla, La Magdalena y el Club Marítimo (racionalista). Lo tiraron para levantar un cubo de Moneo que iba a ser sede unificada del Gobierno de Cantabria (proyecto PSOE/PRC).

El Gobierno de Cantabria, en particular la Consejería de Medio Ambiente (PSOE), tuvo que poner un pastizal en el Parque de las Llamas (proyecto PP), pese a saber fehacientemente dónde iba a acabar ese dinero, para que el Ayuntamiento de Santander liberara el solar de Moneo y se pudiera construir en él.

Solar que lo sigue siendo. Moneo cobró por el proyecto una millonada (en euros). El Gobierno de Cantabria ha optado por la descentralización de sus sedes (PP).

El museo se embaló en cajas y se llevó a un local de un amigo de Marcano que lo alquiló al Gobierno por un pastizal (PRC). Lo alquiló previa remodelación pagada con dinero público, porque no cumplía los requisitos mínimos. Es el local de Perojo, frente al Inter.

El nuevo museo se colocó temporalmente, o al menos eso se dijo, en el sótano del Mercado del Este (PP). Este mercado es un falso histórico. El original se tiró. En el subsuelo apareció una fuente monumental de la Ilustración, que se hizo desaparecer.

Se prometió emplear el edificio del Banco España para reunificar el museo, lo del sótano del mercado y lo del local de Perojo (incluida su estupenda biblioteca). A esta reunificación en el Banco de España se sumaría el IIIPC (UC) y un centro de investigación de la UNESCO. No sé si me he dejado alguna entidad en el tintero (quizá alguna derivada del Museo Altamira y su centro de investigación). Sea como fuere, un pepino.

El Banco de España se concede de improviso al Archivo Lafuente.

Se decide que el museo se quede en el sótano del mercado y que todo lo que se encuentra embalado en el local de Perojo se lleve a la planta superior. Se echa a todos los comerciantes. Muchos son amigos de Piñeiro (PP). Pero Piñeiro ya no pinta mucho en el partido. La ciudad pierde su único espacio público cubierto.

El director del museo no sabe si va a dimitir o no. El IIIPC no sabe si se sumará al proyecto. El centro de la UNESCO está colgando de un hilo (que Lassalle cortará).

Y así nos hemos quedado.

(3)

Le ha contado a Raquel su madre que su abuela (ca. 1900) colocaba la noche de difuntos en su casa de San Simón, barrio de pescadores de Santander, una cacerola con aceite y flotando unos papeles doblados con mechas encendidas. Cada papel que se posaba encendido sobre el aceite estaba dedicado a un difunto de la familia: "éste por fulanito, éste por menganito", etc. A la mañana siguiente, si quedaba alguna mecha prendida, se decía, "fulanito, que es un santo".

Ya he comentado aquí más veces que en Cabuérniga colocar calabazas con una vela dentro en la noche de difuntos es tradición. Probablemente sea una tradición de ida y vuelta: de la Fachada Atlántica europea, incluida Cantabria, a EE.UU. y de aquí de vuelta a casa, previa banalización, de la mano del cine.

La tradición de los marineros de Santander no sé si es conocida en otros lugares.

(4)

Él dijo que parecía un tachón.

Ella que una estrella de mar.


(5)

Me dicen que hay un documental vasco en el que se recoge el testimonio de una niña de la guerra de Santander, que no sé dónde vive ahora, si es que vive, que dice recordar cómo los aviones nazis pasaron ametrallando a la población civil tras el bombardeo de diciembre de 1936, previo al de Gernika.

Demostraría que los nazis hicieron lo que hicieron de manera consciente, como hoy ya nadie pone en duda, salvo aquí, en Santander, donde sigue operando la propaganda franquista que hizo pasar el bombardeo de los barrios populares por un error, que es que las casas de los obreros del Alta, de los pequeños comerciantes de Vargas y de los pescadores del barrio pesquero parecían barracones militares.

En Gernika también pasaron ametrallando tras el bombardeo.

1 comentario:

Diegu "Trenti" dijo...

Dícinmi qu'el decumental al que te rifieras sea "Vivir y morir en Rusia", de Algis Arlauskas, puestu dellas güeltas ena TV pública vasca.

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