un caballo blanco y grande
y con él por tierra el cielo entero.
Lo lleva del ramal hasta el maeru
el lugar de reunión de Lamiña
no se sabe de qué madera será.
Se sube al maeru y de un salto a la montura.
Se pone de cara. El viento le peina la cresta
que se ha dejado igual que la del caballo.
Se precipita calle arriba, ligero, hacia el monte.
No debe tener más de diez años.
Los árboles del monte (hayas, robles) crecen con él.
1 comentario:
Un poema precioso.
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