El cortejo fúnebre de mi tío paró al alcanzar la estrechez de Carreju. Por eso a este pueblo se le llama así, por el pasillo que hacen las casas al paso de la carretera. Paramos porque bajaba una manada de vacas. De los puertos, a un invernal, seguramente. Nosotros subíamos a Terán. Llevábamos con nosotros a una tía muy mayor. Las vacas rozando los coches, el luto de sus cuerpos, la mirada clara. Si las llega a ver Maliuca, dice en referencia a otra tía que está en una residencia del valle y a la que no avisamos para evitar que entrara en crisis, si las llega a ver, llora.
¿Y eso?
Llora siempre que las ve.
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