lunes, 21 de septiembre de 2015

Picayos, picajos, picachos y cerbales, rejostra interior cabuérniga, cierros cuetanos, grabados en la iglesia de Carmona y balcón cabuérnigo de posguerra con soportes para macetas

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En Saja dicen picayu (pl. picayos) a los pinos clavados en la pared, aunque realmente no estén clavados, sino encajados entre las piedras, por ejemplo en el portal, para colgar un paraguas o cualquier otra cosa. Esta palabra me sirvió en su día para argumentar que los picayos provenían de un sustrato de influencia asturleonesa y que eran en su origen un baile guerrero, con lanzas, como otros de Cantabria, y no con castañuelas, como son tocados hoy. En Carmona y la cuenca media del Saja a estos pinos se les dice picajos (sing. picaju).

Pues resulta que el otro día en el pueblo de Ucieda me dicen que picachos (sing. picachu).

Ya tenemos las tres opciones posibles en un único valle.

El vecino que me lo dijo lo hizo refiriéndose a cada una de las ramas que sirven de sostén en el cerbal de la foto, ubicado en el portal de su casa:



Estos cerbales cuelgan siempre del techo.

Una bonita idea con un recorrido, si quisiéramos, enorme. Ay, si estuviéramos en Noruega o de donde quiera que sea IKEA.

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Rejostra en interior de puerta cabuérniga. Se adivinan en casi todas las puertas antiguas, pero en la actualidad no abundan en Cabuérniga. Comunes todavía en Valderredible. No abundan pero se encuentran en Liébana.

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Ya hemos comentado por aquí antes que lo que creíamos era la mies de Cueto es en realidad un antiguo paisaje de viñedo, con lo que se acrecienta aún más si cabe su valor.

Prueba de su condición es que las puertas de las fincas carecen de cierre ganadero, es decir, no presentan ni istial (cuando es de madera) ni morenal (de piedra), siguiendo la terminología cabuérniga. Los vecinos hoy se las ven y las desean para cerrar sus fincas y que no escapen las vacas. De ahí, en parte, la extraordinaria diversidad, que roza el pintoresquismo, de los cierres cuetanos.



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De estos grabados en el soportal de la iglesia de Carmona ya se ha dicho mucho, así que no voy a insistir. Simplemente dejo aquí el testimonio:



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Detalle de una foto tomada durante la primera posguerra en Sopeña de Cabuérniga. Es la casa de mi bisabuela. Fijaos en los soportes para las macetas, que, recordamos, podían ser y hoy igual casi cualquier cosa, incluso latas oxidadas. Se sacaban fuera del balcón (en Sopeña no se dice correor; la solana es otra cosa) para no pudrir las tablas con el agua al regarlas.

Caigo en la cuenta ahora que en la foto aparece un grupo de personas celebrando algo y al fondo una pila de piedras de río. La casa tiene el portal hoy cerrado. En la foto el portal aparece abierto. ¿Estará la foto tomada el día que comenzaron las obras para cerrar el portal? La lógica de los cuartos del portal, si estoy en lo cierto, siguió estando cargada en la cabeza de los paisanos hasta fechas muy recientes.

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