Nuestro gato tiene miedo al afilador, a su melodía soplada en la diminuta armónica de plástico, pero no a la lluvia.
Lo que tememos es por desconocimiento y si conociendo seguimos temiendo es porque no lo conocemos tantos, los suficientes, como para desactivar aquello que provoca temor.
martes, 4 de octubre de 2016
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