En mi opinión el dinero privado que venga en apoyo de iniciativas públicas debe ser bienvenido siempre que no condicione a las mismas. Es algo además de inevitable (porque el dinero público no da más de sí), deseable (porque de existir la oportunidad está la que yo considero obligación moral de aprovecharla). La inevitabilidad la adviertes cuando manejas presupuestos, a la escala que sea, y que sea deseable cuando los manejas bien. La Fundación Santader Creativa ha captado dinero al que no hubiera sido posible acceder por vía puramente pública. Si un rico agradecido por una operación salvadora quisiera donar una millonada al Hospital Valdecilla, por ejemplo, no podría hacerlo porque no hay fórmula que lo permita (o no había; ahora sí, aunque mejorable). El Ayuntamiento de Santander encontró acomodo a esta posible fuente de ingresos externa gracias a la Fundación Santander Creativa. Su papel me parece, pues, valioso, porque atrae dinero, e importante, porque es un dinero necesario.
Cosa distinta es el modo como se ha concretado la fórmula. No creo que la idea de partida fuera mala, que es la principal crítica de sus detractores, sino al contrario, se trata de una buena idea, pero que ha ido pervirtiéndose. En Santander hemos dejado que el modelo, siendo inevitable y deseable, acabe a manos de las empresas, hemos dejado que sean ellas quienes lo acuñen, quienes tomen el control, y ahí radica el principal error: en el entreguismo. La empresa era ciudadana. Entregarse a las empresas bien por presión externa o bien porque los políticos no han sabido o querido mantener la bandera en alto (porque quizá para ellos, trepas profesionales, el proyecto no era más que una forma de vivir bajo la cómoda sombra del estrato superior de la pirámide social) ha significado la desafección ciudadana, que se ha traducido en crítica contumaz, escasa repercusión de productos, y digo productos a posta, y otras formas de desconexión público privada o lo que es lo mismo de desactivación de la misión de la Fundación Santander Creativa.
En este tipo de iniciativas quien tiene que llevar sí o sí la voz cantante es lo público, no al revés, es lo público quien tiene que fijar las coordenadas. Incluso si los objetivos que se marcan desde lo público se cubren con 100.000 euros no se debe aceptar más, menos si quien levanta la mano es una entidad a la que no importa descabalar la lógica pública por interés propio. Pasa con muchas empresas cántabras acostumbradas a campar a sus anchas de la mano de amigos de amigos.
Otra iniciativa similar a la Fundación Santander Creativa es Tabakalera de San Sebastián: aquí, la iniciativa pública centra el tiro en un edificio e invita al sector privado a participar de acuerdo con las necesidades que establece lo público. El resultado: una maravilla con participación de la estupenda Filmoteca Vasca (que es una fundación), la Kutxa, etc. Os animo a que hagáis una visita: es lo que se conoce como benchmarking. Creo que estamos a tiempo de apuntar distinto, de recuperar el proyecto y de recuperarlo como lo que tiene de valor: un proyecto ciudadano al servicio del interés público con apoyo medido, calibrado de financiación externa.
Marcos, ánimo. La dirección es la buena; la vía seguida, ahora lo sabemos, a lo mejor no tanto. Es el momento de tomar el control.
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3 comentarios:
mi noragüena. a ver si ti cai algu
No sé ni por qué publico comentario tan absurdo.
Los del cántabru escribimos "la mí noragüena" y "veer".
Aparece publicada hoy una entrevista a Marcos, director de la FSC, en El Diario Montañés. La firma Balbona. En ella Marcos defiende la continuidad de la FSC entendida como una fundación pública puesta al servicio de los agentes culturales de Santander, apoyados siempre que sus iniciativas levanten puentes con otras CC.AA. o, en su defecto, que traben relaciones entre distintos agentes culturales santanderinos. Con estas coordenadas la FSC es un sumidero. Mi planteamiento es otro.
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