jueves, 7 de diciembre de 2017

El primer paso

Cuando arreglaron el entorno del Barrio Pesquero hicieron unos parterres con plantas que ya me dijo entonces una amiga ambientóloga (Universidad de León) que eran invasoras.



Bonitas, pero peligrosas. Recuerdo que las plantas invasoras lo son no porque vengan de fuera, sino porque ocupan hasta el agotamiento el entorno a costa de la vegetación autóctona, impidiendo que crezca otra cosa que no ellas. Los plumeros son un buen ejemplo, y muy presente entre nosotros. Parece mentira que la empresa contratada por el Ayuntamiento, ya que no el propio Ayuntamiento, lo ignorara.

Se están confirmando las peores previsiones:



Estas plantas se están extendiendo por la machina y pronto darán el salto a donde el viento traslade sus semillas.

Se encuentran también en parterres de San Martín de Bajamar y en Cazoña, concretamente en el parque que han hecho encima del túnel que conduce de Valdecilla a La Albericia, que yo haya visto. Seguramente estén presentes en más sitios. Son un peligro. Es necesario retirarlas cuanto antes.

El otro día encontramos Raquel y yo a Raúl Molleda siguiendo a una bandada de pájaros que andaban al raque de lo que levantaban los pescadores en la machina. Nos unimos a él y le comentamos el caso de estas plantas invasoras. Como a nosotros, le parecieron preciosas pero, también como a nosotros, peligrosas. La función estética de las plantas es lícita, pero no siempre: solo cuando no entra en colisión con otros determinantes, como la salud (hay plantas más alérgenas que los cacahuetes o directamente venenosas) o la biodiversidad, de la que las invasoras son la antítesis, cuando no una ética hacia nuestro entorno mínimamente civilizada que debiera obligarnos a considerar las plantas como lo que son, seres vivos, y no objetos de quita y pon. Plantar invasoras porque son bonitas, a sabiendas de que son invasoras, es irracional.

Raúl, que es un posibilista, se preguntaba, y nosotros con él, por qué no aprovechar nuestra vegetación autóctona para fines estéticos. Por qué no aprovechar esa planta ruya que tiñe las cuestas pasiegas, por ejemplo, tan bonita como la invasora que tanto nos preocupa. Por qué no seguir haciéndonos en nuestra herencia, considerando a ésta infinita, como lo es, como lo son todas, también la nuestra.

En estas cosas pensaba cuando estos días atrás encuentro en La Central del Reina Sofía el libro New Nordic Gardens, aquí. Y aunque estemos fuera, Raúl, no pasa nada: saberlo, ser conscientes de nuestras carencias, serlo de nuestras posibilidades, es el primer paso. Que cuando hablamos de raíces no es poco.

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