Nos cuenta un vecino de Cueto que su padre, que hacía pesca submarina a pulmón, vio por dos veces sendas bolas compuestas por decenas de centollos que avanzaban rodando por el fondo marino guiados por un centollo gigante.
Él se comió uno de estos centollos gigantes, que apenas tienen carne, están secos él dice que por ir solos, del esfuerzo, o quizá por viejos. Tuvo la cabeza presidiendo el comedor durante años.
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