Su abuela la mandaba a por pan donde ella pudiera verla desde la ventana y el panadero, que se conocían, le regalaba un pan pequeño redondo que cuando dejó de hacerlos sustituyó por un currusco que quitaba de otro pan.
Sigue siendo el pan más rico de Santander, me dice esta mañana haciendo cola.
Ha entrado ella sola, por las restricciones.
Al salir al pan le faltaba el currusco.
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